Cerca de las 11:20, en la unidad educativa sonó una alarma que fue constante hasta que cada niño estaba en su respectiva aula. Quienes estaban en las afueras, regresaron, ordenadamente, para ponerse a salvo. Foto: Alfredo Lagla / EL COMERCIO
Cada último viernes del mes, las instituciones educativas del Distrito Metropolitano de Quito realizan un simulacro para poner a prueba su respuesta ante un posible fenómeno natural. La mañana de este viernes 27 de enero de 2017, el Liceo Campoverde, al nororiente de Quito realizó un simulacro en el que también participaron los padres de familia.
Esta vez, en esa institución educativa, se simuló una erupción del volcán Cotopaxi. Según Juan Carlos Saltos, director Administrativo del Liceo, señalo que esta vez, el simulacro fue total. Esto significa que se puso a prueba también la respuesta de los padres para retirar a sus hijos.
Para esto, no se comunicó a las familias de los estudiantes con la finalidad de medir la capacidad de respuesta más cercana a la realidad de un evento de las características de una erupción volcánica.
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Una vez que se constataba que en un aula estaban todos los estudiantes, se colocaba una cartulina verde para que los coordinadores sepan que no había novedades.
Según Saltos, una vez en el interior, las maestras juntaban a sus estudiantes para realizar alguna actividad lúdica y entregarles los kits de seguridad de cada uno.
A las 11:30 comenzaron a llegar los padres de familia. Según Saltos, cada uno de ellos debía acercarse al aula de su hijo para después retirarlo mediante un permiso de salida que debía ser firmado.
Uno de los primeros padres de familia en llegar fue Juan Diego Palacios. Para él, el que se realicen este tipo de ejercicios le dan tranquilidad sobre la seguridad de su hijo en la escuela. “Esta actividad nos permite medir tiempos y evaluar cómo respondemos ante una emergencia que, esperemos, nunca pase”, señaló.
Otro padre de familia fue Juan Carlos Espinoza. Para él, los simulacros van educando a las autoridades y estudiantes sobre la importancia de estar preparados ante una emergencia. “Esta es una buena práctica para los padres, hijos y autoridades. Así nos preparamos para las eventualidades”, comentó.
Una vez que se cumplieron con las medidas de seguridad para el caso de una erupción, los padres retiraron a sus hijos de la unidad educativa.