Para acampar en el páramo se debe usar ropa e implementos térmicos y contar con la guía de quien conozca la zona.
Soportar el viento gélido es un sacrificio que vale la pena para apreciar el imponente paisaje del páramo andino al amanecer.
Las cumbres de los cerros se van pintando de amarillo lentamente con la luz del sol.
Para apreciar este espectáculo, en Chimborazo hay varias opciones para aventurarse a dormir protegido solo con una carpa y una bolsa de dormir.
Es importante elegir el sitio según el estado físico de cada persona. Los bordes de las 62 lagunas del sistema lacustre Ozogoche y Atillo son opciones para quienes acamparán por primera vez; asimismo las planicies de San Juan, en las faldas del Chimborazo, ubicado a 20 minutos de Riobamba.
Para ascender al páramo y recorrer los cerros se requiere de la compañía de un guía. “El campismo es una actividad ideal para los jóvenes y adultos que prefieren los deportes al aire libre. No es recomendable para quienes tienen problemas respiratorios o padecen enfermedades cardíacas”, explica el guía Wiliam Reyes.
Otro recomendado es el tramo chimboracense del Camino del Inca, uno de los más conservados de este Patrimonio de la Humanidad que tiene además cascadas, lagunas y ríos.
La aventura de tres días que ofrece la Agencia de Viajes Julio Verne se inicia en Achupallas, una parroquia de Alausí, e concluye Ingapirca, en Cañar. El costo por persona es de USD 320, que cubre la alimentación, guianza, equipo de camping y alquiler de las mulas para transportar el equipaje.
El primer campamento se instala tras una caminata de cuatro horas, a 3 850 metros de altitud. En el trayecto aparecen los antiguos muros de piedra y las ruinas de los tambos, en donde descansaban el ejército inca y los chasquis.
El siguiente campamento va junto a un tambo, en Paredones. Previamente, los aventureros caminan por el punto más alto, en un tramo conocido como Cuchilla, a 4 350 metros sobre el nivel del mar; desde ahí se ve la laguna de Sansahuín.
Es un sitio ideal para tomar fotos. La laguna es un espejo natural en el que se reflejan los pajonales dorados. “Dormir en una carpa después de un recorrido largo es la mejor experiencia del mundo. Un café caliente y una bolsa de dormir acolchada es todo lo que se necesita para ser feliz”, dice el viajero Oscar Parra.
También se acampa en el páramo de Atillo, en el Parque Nacional Sangay, al cual se debe ir con un guía. El campamento puede instalarse luego de un paseo por un bosque de polylepis y yaguales, a 3 400 m de altura. “El paisaje está decorado de plantas que absorben la humedad como una esponja y la dejan ir continuamente, por eso está lleno de vertientes de agua y lagunas”, explica Reyes.
Hay otros sitios a los que se va sin guía. En las lagunas de Ozogoche, por ejemplo, los comuneros ofrecen comida, leña para las fogatas y enseñan a pescar. En septiembre se avista a los cuvivíes y curiquingues.
Allí se debe usar una carpa tipo iglú con un cobertor impermeable ‘rompevientos’ y sujetarla con estacas, para evitar que el viento la arranque del suelo.
Víctor Izurieta, de 23 años, llegó con sus hermanos Marco, de 19, y Luz, de 16. “Queríamos vivir una experiencia diferente. Nuestros padres nos ofrecieron ir a la playa y hasta comprarnos ropa para que optemos por otra actividad en vacaciones, pero nosotros preferimos aventurarnos a venir al campo”, cuenta el joven.