Un terrorista etíope capturado en Ecuador se dedicaba al tráfico de indocumentados. El personaje se llama Yaee Dawit Tadese y fue deportado en marzo rumbo a Estados Unidos. Le atribuyen lazos con Al Qaeda (lo que no ha podido confirmarse de manera independiente) y al menos un atentado cometido en Pakistán en el que murieron 38 personas. Los inmigrantes ilegales provenían de Somalia, Bangladesh, Eritrea y Kenya. Solían llegar a Ecuador vía Cuba o por Venezuela tras un largo recorrido que incluía a Irán.
Presumiblemente, el personaje tenía dos motivaciones para dedicarse al comercio de inmigrantes ilegales: recaudar fondos para su organización y construir redes de colaboradores con el siniestro grupo terrorista.
El tráfico de indocumentados es un negocio tan rentable como la prostitución o el narcotráfico, actividades, por cierto, a las que suele estar vinculado. Pero Al Qaeda desconfía de sus contactos islamo-americanos porque no sabe si son topos del FBI, la CIA o están vigilados por la contrainteligencia estadounidense. Por eso crea sus núcleos de colaboradores con extranjeros que “siembra” en distintas partes del mundo, provistos de identidades y documentación falsas.
Dicen que Al Qaeda recauda fondos y recluta adeptos en la Triple Frontera entre Brasil, Argentina y Paraguay; que “lava” dinero en Panamá y Ecuador, dos países dolarizados. Se sabe que el Gobierno venezolano es cómplice de todas las causas extremistas y fanáticas islámicas, incluida Al Qaeda, y que el nicaraguense Ortega es el albacea revolucionario de Gadafi en la región.
¿Qué tienen que ver un marxistoide latinoamericano colectivista con Bin Laden y sus compinches ideológicos? Al Qaeda está montada sobre una absurda convicción política: que existe una secreta conspiración entre judíos y cristianos, encabezada por Israel y Estados Unidos, para destruir al mundo islámico.
Chávez, Castro, Ortega, Correa y Morales deliran en una tesitura diferente. Se creen llamados a construir el Socialismo del siglo XXI para triunfar donde fracasaron la URSS y Europa del este. Su guerra no es exactamente la de Al Qaeda, pero de alguna manera sienten afinidad, porque creen tener un enemigo común: el imperialismo norteamericano.
Pero hasta en eso los islamistas fanáticos difieren de los latinoamericanos del entorno chavista.
Bin Laden y su tribu procuran la desaparición del Estado de Israel, pero si los norteamericanos abandonaran Medio Oriente, es probable que los islamistas renuncien progresivamente al antiamericanismo. Dentro de la visión de Chávez, en cambio, el triunfo definitivo es hundir a Estados Unidos. Bin Laden luchaba contra las nuevas Cruzadas.