La ciclovía no es el problema

De los errores se aprende, dice el dicho. Pero cuando se manejan dineros públicos se trata de una obligación.

La posibilidad de que en una ciudad como Quito -en crecimiento constante- peatones, ciclistas, motociclistas y conductores aprendan a convivir es un objetivo escrito sobre piedra.

Es una meta común que no debe cambiar, ni siquiera luego de ver que la señalización que definía la ciclovía en la calle Ulloa se retiró. Esto ocurrirá con otras vías de iguales características. Se habla de unos 4 kilómetros.

Desde el Municipio se dice que no se está eliminando la ciclovía, que es una reconfiguración. Colectivos de ciclistas ponen el grito en el cielo, comerciantes y moradores de la Ulloa comparten su “felicidad” de tener más espacio y hay conductores que se refieren a la fluidez del tránsito.

Por fuera de estas reacciones que son coyunturales (del momento) está el hecho de reconocer que hubo fallas en la concepción de la ciclovía. La realidad va más allá que cualquier argumento supuestamente técnico. Cuando colocaron estos separadores de carril, funcionarios de la anterior administración municipal dijeron que esa parte de la ciclovía sería constantemente utilizada por estudiantes de las universidades Central y Tecnológica Equinoccial.

No fue así. Pasaron las vacaciones estudiantiles, llegó septiembre y muy poco ocurrió. Argumento “contundente” para aquellos ciudadanos que se incomodaban con esa idea.

La responsabilidad de esta nueva administración municipal está en plantear un sistema de ciclovías que responda a necesidades de sus habitantes y a las realidades de su topografía. La propuesta local debe estar clara ante los colectivos de ciclistas y ante la ciudadanía. No hay que repetir errores que afecten al erario local.

¿Cuánto costó a la ciudad el trazado de la Ulloa? A más de lo económico están la convivencia y el respeto, valores inherentes a la cotidianidad de los ciudadanos. Con un buen plan de ciclorrutas todos ganaremos.

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