Este fin de semana concluyó en Washington la Asamblea anual del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, dos instituciones que no son del agrado del Gobierno Nacional. De todos modos, en esa cita se congregaron las más altas autoridades económicas del planeta, incluidas las ecuatorianas, y se analizaron los escenarios que se pueden presentar en los próximos meses. Una de las principales conclusiones, para el caso de América Latina, es que “vienen tiempos difíciles” y, en palabras sencillas, se “acabó la fiesta” de la bonanza económica que se vivió en la última década.
Una de las razones que reflejan esta nueva realidad internacional es la debilidad en los mercados globales de las materias primas; es decir, que los mercados en los cuales los países latinoamericanos comercializan sus productos básicos están disminuidos.
Un ejemplo de eso, para el caso del Ecuador, es la caída del precio del petróleo. Además, la reducción de la demanda de China, la lenta recuperación económica de EE.UU., la recesión que atraviesa Brasil y los temores de una nueva recesión en Europa, son factores que también se añaden a este nuevo ciclo económico.
En el análisis que realizan esos organismos multilaterales, con respecto a esos tiempos difíciles que se vienen sobre la región, se prevé que “Ecuador se desacelere ligeramente (…). La moderación del gasto público ayudaría a evitar presiones”; aunque el FMI mantiene la previsión de un crecimiento del 4%, para este y el próximo año, para nuestro país. Algo positivo, si se considera que el Fondo advierte que América Latina crecerá en 1,3%, en el 2014 y 2,2% en el 2015, provocado en gran parte por la compleja situación que atraviesan Argentina, Brasil, Chile, Perú y Venezuela.
¿Qué opciones quedan para sortear esta nueva realidad? Algo que parece sencillo, pero según la visión ideológica de cada país, es complejo a la vez: promover la inversión privada, alentar la productividad y controlar los gastos en el sector público. Nada más.