Urumqi, China, AFP
Nuevos disturbios étnicos estallaron hoy en Urumqi, la capital de la región de Xinjiang (noroeste de China), donde las autoridades decretaron el toque de queda tras una multitudinaria manifestación de los han para vengarse de los uigures, 48 horas después de la violencia que causó 156 muertos.
Las autoridades ordenaron un toque de queda en Urumqi, donde viven dos millones de personas, y miles de policías fueron desplegados.
A pesar de las drásticas medidas de seguridad, que incluyen a policías con pistolas ametralladoras, escopetas y palos, una multitud de chinos han -la etnia mayoritaria en China-, estimada en al menos 10 000 por un periodista de la AFP, marchó por Urumqi portando armas improvisadas, como palos, cadenas y machetes para vengarse de los uigures, etnia minoritaria musulmana y de la familia de lengua turca. Los manifestantes se negaron a dispersarse.
Los chinos han, percibidos por los uigures de Xinjiang como opresores, buscaban vengarse por las violencias del domingo que dejaron 156 muertos y más de 1 000 heridos, por las que fueron detenidas 1.434 personas acusadas por las autoridades chinas de asesinato, agresión y saqueos.
“Los uigures vinieron a nuestro sector para romper cosas y ahora nosotros vamos a golpearlos a ellos”, dijo a la AFP uno de los manifestantes de la etnia han con un caño de metal en la mano.
La policía lanzó repetidamente oleadas de gases lacrimógenos, pero muchos de los manifestantes rehusaron dispersarse, constató un periodista de la AFP.
La alta comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, Navi Pillay, pidió el martes a los dirigentes locales civiles y a las autoridades chinas “ una gran moderación ” para prevenir nuevos motines en Xinjiang.
“Pido a los líderes civiles uigures y han, así como a las autoridades chinas a todos los niveles, una gran moderación para evitar más violencia y pérdida de vidas humanas”, afirmó Pillay en un comunicado difundido en Ginebra.
Intensificando las medidas para intentar controlar los disturbios, las autoridades chinas confirmaron este martes que cortaron el acceso a internet en algunos sectores de Urumqi, en donde viven dos millones personas, indicó la prensa estatal.
“Cortamos el acceso a internet en algunas áreas de Urumqi para sofocar los disturbios rápidamente y prevenir que las violencias se extiendan a otros lugares”, dijo el responsable de mayor rango en Urumqi del Partido Comunista, Li Zhi.
Pero los esfuerzos de las autoridades para impedir que circulen informaciones sobre los incidentes no pudieron evitar la difusión de imágenes y videos de Urumqi publicados en sitios internet como Twitter, YouTube o Flickr.
China Nueva informó el martes que la policía china dispersó en otra localidad de la región, Kashgar (a 1 050 km al suroeste de Urumqi) a “más de 200 alborotadores” que trataban de salir de la principal mezquita de la ciudad.
Un vocero del Congreso Mundial Uigur, en el exilio, afirmó en un comunicado que los familiares de las víctimas del domingo no pudieron recuperar los cuerpos de las víctimas uigures que “los militares se llevaron” a un lugar desconocido, y cifró en 150 la cantidad de uigures muertos y en 900 los uigures heridos.
Pekín acusa al Congreso Mundial Uigur de fomentar las violencias.
Los grupos uigures en el exilio culpan a las autoridades chinas por las violencias del domingo y afirman que las protestas eran pacíficas hasta que las fuerzas de seguridad sobreactuaron y dispararon indiscriminadamente a la multitud.
Las autoridades, que afirman desde hace años que hacen frente en Xinjiang a una amenaza terrorista y separatista respaldada desde el extranjero, prometieron no bajar la guardia y “tomar las medidas más fuertes (…) para preservar la estabilidad regional”.
La tensión era importante en otras ciudades y distritos de esta vasta región desértica y montañosa.
De acuerdo con China Nueva, “la policía tiene indicaciones según las cuales hay gente que intenta organizar nuevos disturbios” en Kashgar, en Aksú, una ciudad de la ruta Urumqi-Kashgar, así como en la prefectura kazaja de Yili, al oeste de Urumqi.
Muchos de los casi 8,3 millones de uigures, musulmanes de la familia de lenguas turcas, a los que Pekín acusa de luchar por la independencia de Xinjiang, afirman sufrir una persecución política, cultural y religiosa.