Estados Unidos consagró el 20 de enero del 2009, en Washington, al primer presidente negro de su historia, Barack Obama. El demócrata llegó al poder prometiendo grandes cambios en la política económica, social y exterior.
La comunidad negra de Estados Unidos se preparó para vivir el mejor día de su historia con la investidura de Barack Obama como primer presidente negro del país. El cambio de mando hizo realidad el sueño del reverendo Martin Luther King, cuya festividad se celebró 19 de enero, en EE.UU. con motivo del aniversario de su nacimiento, hace 80 años. “Sueño que mis cuatro hijos vivirán un día en un país en el que no serán juzgados por el color de su piel, sino por los rasgos de su personalidad”, dijo King en 1963 en una nación muy distinta. Ahora, más de 45 años después, un 69% de los afroamericanos creen que ese sueño se ha hecho realidad.
Entre sus cometidos figura el de solucionar la peor crisis financiera de los últimos 80 años, impulsar a una economía que vive los momentos más bajos desde la II Guerra Mundial. También acabar la guerra en Iraq y restaurar la dañada reputación de EE.UU. Ante tamaña tarea, el propio Obama advirtió este fin de semana que habrá “reveses, frustraciones y decepciones”.
Pero con el triunfo logrado, en Washington nadie quiere pensar en lo imposible y mucho menos los afroamericanos que asisten atónitos a un sueño que hace solo cuatro décadas parecía imposible de alcanzar.
El impacto mundial que ha causado el triunfo de Obama no se ha visto antes. Entre los comentarios se ha dicho que, el hecho de que EE.UU. haya elegido a un Presidente negro demuestra lo mucho que ha avanzado el país y es una señal de tolerancia y unidad.
El futuro líder estadounidense ha generado un entusiasmo que no se vivía en la política estadounidense en décadas y que está a flor de piel estos días en las abarrotadas calles de Washington, donde los admiradores de Obama se multiplican.