Nueva hora para la derecha

Una parte de la izquierda está desconsolada por el triunfo de la derecha en Chile. Incluso algunos sienten rabia y están asustados al recordar que ese sector apadrinó al dictador  Pinochet. Pero hay que tomarlo con calma. Chile no está en regresión. Más bien, tras 20 años de gobiernos de centroizquierda, acaba de graduarse como una de las democracias más maduras de América Latina.

El presidente electo que asumirá en marzo, Sebastián Piñera, es un rico empresario que en su momento se opuso a Pinochet y que se ha enfrentado varias veces a los talibanes de la derecha. Su discurso y talante se mueven en el centro político. Como pocos, el nuevo Mandatario encarna los rasgos del actual chileno: mayoría de clase media, competitivo, in-
dividualista, celoso de sus derechos y poco afecto a los clichés políticos.

La chilena es ahora una sociedad que empieza a parecerse cada vez más a la de los países del Norte desarrollado. Tal estadio se explica por el desempeño de cuatro gobiernos consecutivos de la Concertación, arco de partidos de centro e izquierda, que supo combinar mercado y desarrollo social. Pero no lo hicieron solos, el esfuerzo estuvo sazonado con el apoyo de la derecha, con la que dialogó sin prejuicios.

La Concertación, al igual que sucede con todos los seres vivos y sus procesos, nació, creció y tuvo excelentes momentos, pero llegó el inevitable declive. Si bien no ha muerto, posiblemente lo haga y sobre sus cenizas se levantará un nuevo frente. Mientras, sin mucho drama y con claras muestras de su talante republicano, entregará el poder a uno de sus opositores.

Con debate y acuerdos básicos sobre cómo encauzar el desarrollo, izquierda, centro y derecha sacaron a Chile de la dictadura y lo llevaron a mejores tiempos. Así,  este país bajó la pobreza como ninguno otro en la  región y alcanzó altos índices de desarrollo. 

Cierto que queda mucho por hacer como acortar la brecha entre los más ricos y los más pobres, pero para entrarle al reto el camino no es el mesianismo o las acciones de los talibanes de izquierda o derecha. Aquí la senda está hecha de instituciones fuertes, alternancia y claros pesos y contrapesos.

La riqueza personal de Piñera, una de las más grandes en América Latina, y sus intereses comerciales, amenazan con generar ruido en su desempeño como Presidente, igual que las presiones de la derecha dura, pero al frente tendrá a opositores listos a ejercer su poder y a una institucionalidad con suficientes municiones para evitar desvaríos.

Si los políticos de otras latitudes dejaran de lado su afición por el experimento, la negación del contrario y la guerra interminable y optaran por edificar instituciones, sus países avanzarían hacia nuevos estadios de desarrollo. Échenle un ojo a Chile.

Columnista invitado

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