No, no solo se parece en eso de que “si no estás conmigo, estás contra mí”. No, no solo comparte esa creencia de que sembrando violencia se puede cosechar bienestar, o el concepto fatuo de que sí es posible imponer una democracia o una revolución social. No, pues las similitudes entre Rafael Correa y George W. Bush abundan como moscas alrededor de un faro encendido.
Además de que ambos han afirmado que practican una religión gregaria mientras parten a su país y al mundo entre buenos y malos, o de que ninguno ha sido capaz de ocultar su afición por el gasto militar, o de que Bush estaba rodeado de Cheney, Rumsfeld y otros rosas por el estilo, también existen semejanzas en su conducción de la economía.
Bush y Correa heredaron un presupuesto equilibrado, es decir, un carrito que recibía suficiente combustible para el viaje que recorría. Y ambos demostraron un gran talento para quedarse sin gasolina. Bush, con el afán de congraciarse con los que le proveían de la gasolina, recortó agresivamente los tributos y encima incrementó un poco el trayecto. Por su parte, Correa, a pesar de recibir la mayor cantidad de gasolina de la historia nacional, se dio tantas vueltas populistas que igual terminó pidiendo que le prestaran para la gasolina.
Ambos también resultaron pésimos para manejar recesiones. Durante los años noventa, la economía estadounidense venía trotando a buen ritmo. Pero a inicios de la presente década le dio un calambre en la pierna de las inversiones del sector tecnológico. Las autoridades le aplicaron harta anestesia y estimulantes a través de tasas de interés regaladas. El paso de la economía -que obviamente debía moderarse- se aceleró. Kilómetros adelante, el problema de la pierna devino en una severa deshidratación en la víscera financiera, después de haber sudado intensamente por los poros de los bienes raíces. Es decir, el manejo de la recesión de inicios de la década solo sirvió para engendrar una crisis más profunda.
Por acá Correa subsidia el endeudamiento en vivienda para supuestamente atenuar la recesión. ¡Vaya medida creativa! No solo que está administrando anestesia y estimulantes al más puro estilo tejano, sino que así beneficia a los que están en capacidad de endeudarse para adquirir un inmueble, mientras los más pobres se comen la camisa. En esto último no está solo, pues Bush también favoreció principalmente a los acomodados con su inoportuna rebaja impositiva.
No, nuestro Bush no solo se parece al de allá en su capacidad para fabricar déficit fiscales, en su nefasto manejo de las recesiones, y en que sus políticas no se dirigen a socorrer a los más necesitados. No, también se asemeja en que ciertos familiares y miembros de su Gobierno amasaron sendas fortunas durante su administración.