Redacción Cultura y AFP
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En la cama del hospital, antes de morir, en 1977, Vladimir Nabokov escribía. Como un condenado que consigna su última voluntad, dejaba correr su lápiz sobre unas cartulinas pequeñas que se acumulaban lentamente a un lado de su lecho de enfermo.
Entre líneas
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Nacido en San Petersburgo en 1899 y emigrado cuando se produjo la revolución de 1917, Nabokov escribió primero en ruso y a partir de 1941 en inglés.
La novela fue extraída de 138 fichas manuscritas. Trata de un intelectual fracasado cuya joven esposa le es infiel.
Corría contra el tiempo o el tiempo corría contra él, como se quiera verlo. El caso es que el tiempo ganó. Al menos eso parecía pues esas cartulinas -que contenían la última novela del ruso titulada ‘El original de Laura’- jamás salieron a la luz.
Jamás hasta ahora, porque el tiempo es más voluble de lo que se parece y la muerte mucho más caprichosa de lo que se piensa. Esa última novela finalmente será publicada. Llegará a las librerías de Estados Unidos e Inglaterra en poco menos de una semana, el 17 de este mes.
Como un antiguo héroe, o como un mártir, o solo como un desesperado, Nabokov ordenó a su mujer, Vera, que quemara esas notas apenas lo enterrasen a él. Pero cuando ella regresó del funeral no tuvo corazón para echar al fuego esos últimos papeles del que había sido su marido por más de 50 años. Optó mejor por una indiferencia meticulosa y vigilante que prolongó hasta el final de su vida, en 1991.
Nunca comentó su decisión, excepto quizá por el hecho de que, antes de morir, Vera quemó las cartas que le había enviado a su ‘Volodia’. Como para decir que quien quiere quemar algo, lo quema y ya está.
Esa actitud la heredó Dimitri Nabokov, el hijo de ambos, ahora septuagenario. Los rumores sobre esa última obra se enredaron tanto en fantasía -o en el deseo- de los fanáticos de Nabokov-, que pronto se corrió la idea de que esa, precisamente, era la mejor obra del autor ruso, la más descarnada sexualmente, la más irónica, la más dolorosa.
Ahora los críticos y los académicos se han embarcado en una discusión sobre si era mejor respetar la última voluntad del genial escritor. Los lectores no. Los lectores se sentirán fascinados sin duda de que el maestro siga publicando, aun después de muerto, como cree el escritor inglés Jhon Banville, entrevistado por la cadena BBC.
Algunos académicos también respaldan la decisión. Gavriel Shapiro, profesor de literatura rusa de la Universidad Cornell de Ithaca (Nueva York), cree que “Dimitri tomó la buena decisión. Si su padre hubiese querido destruir el manuscrito, lo hubiese hecho él mismo ”.
Dimitri, ahora muy cerca de la edad que tenía su padre cuando murió, se ha mostrado dispuesto a comentar su polémica decisión. Fiel a su tradición familiar, nunca ha abandonado el humor refinado, agudo y desconcertante de su padre.
En una entrevista con la cadena de radio inglesa NPR, Dimitri contó que finalmente se decidió a publicar la obra luego de pensar por décadas. “Llegué a una conclusión muy clara imaginando a mi padre, con una sonrisa irónica, en un momento más calmado y más feliz, diciendo: ‘Bueno, estás en un verdadero desorden aquí… Sigue y publica. Diviértete un poco”.
Por lo demás el septuagenario hijo no tiene ninguna duda de que esta obra si no es la mejor, al menos sí está entre las mejores. A la BBC le dijo que se trataba de “una obra extraordinaria y original, cautivadora, no siempre necesariamente agradable, escandalosa en ciertos sentidos, y sí, diferente de muchos de sus trabajos anteriores”.
Los derechos de la obra fueron negociados por el agente literario Andrew Wylie con Knopf/Random House en Estados Unidos y Penguin en Gran Bretaña. Las fichas de cartulina estuvieron guardadas en la caja fuerte de un banco en Montreux (Suiza), donde vivió sus últimos años el autor de ‘Ada o el ardor’.
La costumbre de la incineración bibliográfica la tenía Nabokov por una barbarie de la peor especie, siempre que no se tratara de sus propios libros. También intentó quemar el manuscrito de ‘Lolita’, pero Vera supo detenerlo a tiempo. Ahora, a 32 años, de su muerte, esta nueva novela vuelve a poner en escena ese pálido fuego de su escritura.