El manejo gubernamental de la crisis diplomática con los EE.UU. sorprende menos por su rasgos antediluvianos y falsamente soberanos que por la impericia y atolondramiento de sus responsables y la nula conciencia del interés nacional en las decisiones de política exterior. Las acciones y declaraciones del Gobierno de la revolución ciudadana han colocado al país en el ridículo y han comprometido gravemente el interés nacional.
Cómo no hablar de ridículo cuando, en coro, los ministros Soliz y Vera y el ex canciller Falconí denuncian el carácter “sospechoso” de la publicación de Wikileaks, al coincidir con la consulta, insinuando que un medio de la respetabilidad y jerarquía moral de diario El País de España podría prestarse para manipulaciones; o cuando el Canciller y su Viceministro declaran que la expulsión involucra a la ciudadana Hodges y que no va en contra del Gobierno de los EE.UU.; o cuando, nuevamente, el Canciller niega una crisis porque no hay “guerra” o las ministras King y Cely subestiman el impacto económico del Atpdea y hablan, con una candidez que conmueve, sobre la apertura de nuevos mercados como medida alternativa, al mejor estilo de soplar y hacer botellas; o cuando el Presidente, en un gesto magnánimo, concede dos opciones a los EE.UU. para solucionar la crisis: tragarse la humillación y nombrar un nuevo embajador o entregar los documentos secretos sobre el Ecuador.
Aunque la izquierda troglodita y fundamentalista se muestre exultante frente a la expulsión de la embajadora Hodges y pretenda crear un nuevo y falso mito invocando dignidad y soberanía, la decisión del Gobierno tendrá costos enormes e innecesarios. ¿Qué va a hacer el país ahora que la CAN ha naufragado y que, por “decisión soberana” nos quedamos sin acuerdos comerciales con EE.UU. y Europa, nuestros principales mercados? ¿Cómo competiremos con Perú y Colombia que cuentan con beneficios comerciales en nuestros principales destinos de exportación? ¿Cómo mantendremos la dolarización? La mejor salida para nuestro Canciller es emular a Cuba y Nicaragua y buscar refugio en Venezuela, el único verdadero amigo que le queda al Gobierno. Triste e inmerecido destino para nuestra patria.
Muchos gobernantes han calificado a Wikileaks como chismografía barata. Lula los calificó de “tonterías” y a Vladimir Putin no se le ocurrió pedir expulsiones por aparecer en los cables como “virtual jefe de la mafia”. Cristina Fernández no rompió relaciones con los EE.UU. por aparecer allí como mentalmente inestable y depresiva. En contraste, la reacción visceral del Gobierno confirió legitimidad a los cables y despertó un morbo mayor en el público. La avalancha de Wikileaks sobre el Ecuador es inevitable. El Gobierno pagará muy caro su inexperiencia y soberbia. El costo mayor lo asumirá el país.