Redacción Sociedad
Después de cinco años niños, niñas y adolescentes indígenas volvieron a reunirse en Quito. El domingo, lunes y martes 250 pequeños participaron en el reencuentro plurinacional Retornamos para que nuestros sueños se hagan realidad.
Provenientes de 21 pueblos y 14 nacionalidades indígenas, debatieron propuestas para el cumplimiento de la agenda mínima de sus derechos. No les importaron las largas horas de viaje, la mala noche, separarse de sus familias por tres días o soportar el intenso sol o frío nocturno de la capital. Los niños de Saraguro, por ejemplo, viajaron en bus durante 14 horas.
En el Palacio de Cristal del parque Itchimbía, los niños organizaron mesas de trabajo, plantearon sus problemas, pero también soluciones. El resultado: 50 propuestas que garanticen el cumplimiento de sus derechos que se centran en cuatro ejes: territorialidad, identidad y cultura, educación intercultural, salud y nutrición y protección social.
Esta pequeña cumbre sirvió para mostrar las diversas facetas de estos niños y adolescentes que no están al margen de sus realidades. El 30% de la población del Ecuador es indígena, de ellos el 80% vive en la pobreza. Siete de cada 10 niños indígenas y seis de cada 10 madres sufren desnutrición. Seis de cada 10 no terminan los 10 años de educación básica. 4 líderes juveniles retornaron a sus comunidades con el compromiso de difundir la agenda. Aquí sus testimonios.
‘Las madereras acaban nuestra selva’
Savio Yankuan. 16 años. Shuar de Morona Santiago
En el último paro de la Amazonia pasé tres días protestando. Hice guardia seguida de siete a siete, apenas comía un pan con un vaso de cola. Pero no me importó con tal de defender mi tierra, mi territorio…
En mi comunidad de Kushapuk, en la provincia de Morona Santiago, queremos que se vayan las compañías petroleras, mineras y madereras, porque han hecho mucho daño a nuestra selva y a las montañas.
Para bañarnos debemos irnos a los ríos que están en las altas montañas, porque los otros están contaminados. Cuando recorro por ahí encuentro tanques, tubos, mangueras, latas, plásticos, incluso zapatos. Cuando nos bañamos en esos ríos contaminados en seguida nos da alergia, nos salen granos en todo el cuerpo, nos da fiebre, vómito, dolor de cabeza…, una vez pasé 15 días en cama y me curaron con medicina natural.
Hay personas de mi comunidad que se han enfermado gravemente, hace dos años mi tío materno tuvo síntomas de alergia, salió a hacerse curar a la ciudad, empeoró y murió.
Cuando era niño veía en las montañas más aves, animales y madera. Hoy por la explotación irresponsable que hacen las compañías que vienen de otras ciudades y países se está perdiendo. Se llevan lo nuestro, acaban con todo, solo nos dejan contaminación en el aire y agua… que a ellos también les afectará, no entienden que todos podemos desaparecer, porque la naturaleza es vida.
Nosotros sufrimos mucho para defender nuestro territorio pero seguiremos en la lucha, las madereras nos han robado hectáreas de nuestros bosques. Es doloroso ver terrenos desiertos, en donde antes hubo frondosos bosques. Los árboles nos dan vida, sin ellos no podemos vivir.
En mi comunidad nos reunimos las 35 familias que la conformamos. En asamblea los socios exponemos nuestros problemas y a la vez decidimos qué hacer. Nosotros exigimos a los gobernantes que no permitan el ingreso de las compañías petroleras, madereras, mineras… vamos a pelear si es necesario por defender nuestra tierra. No vamos a permitir que nos destruyan o que nos quiten nuestra casa. A buenas les pedimos que ya no nos sigan haciendo daño.
‘En un aula nos educamos seis grados’
André Cusme, 12 años. Afroecuatoriano de Esmeraldas
Cuando estoy en clases me distrae la voz del profesor de al lado, o la de mi mismo profesor cuando enseña a otro grado que también está en mi aula. Para salir del aula debo hacerlo casi tocando a mis compañeros porque no hay espacio. A mi escuela le falta aulas, hay solo dos, más bien una que está dividida.
Allí nos educamos más de 30 niños de seis grados con dos profesores. Yo estoy en quinto de básica y recibo clases junto con cuarto, sexto y séptimo.
Para dar clases simultáneas, mi maestro deja tarea a unos mientras explica a otros. Ya me acostumbré pero a veces eso me desconcentra.
Estamos incómodos… así no podemos aprender, no puede haber una educación de calidad si no hay buenas condiciones. Sin una buena educación seremos siempre ignorantes.
Mi escuela Julián Balloto es la única en el caserío de El Zapote, en el cantón Muisne. La pequeña infraestructura es prefabricada, tiene ventanas sin vidrios.
Los pupitres son de madera, fueron hechos por nuestros padres de familia y ya están en mal estado. De mi pupitre se salió una tabla en la parte baja, por salir corriendo, quedó inestable pero con cuidado aún se puede escribir.
Los profesores no cuentan con material didáctico, somos los estudiantes quienes debemos llevarlo. Mis papás a veces no tienen para comprarme. Por eso para ayudarlos, en tiempo de cosecha vendo cacao, la libra cuesta USD 0,50. Además, no hay un comedor, no tenemos vajilla para la colación, los niños debemos llevar de nuestras casas.
Esta situación a mí me preocupa porque provoca que ya no queramos ir a la escuela. Hay compañeros que se salieron de la escuela, ellos prefirieron trabajar, dicen que es mejor. Dos de mis amigos se fueron, no sé nada de ellos y me da mucha pena.
Nuestros padres de familia salen a las calles a reclamar atención y mejora para la escuela, piden que haya más profesores, pero las autoridades jamás nos visitan, ni saben que existimos. El Gobierno debe invertir en educación, pero no solo en las grandes ciudades, también en los caseríos pequeños como el mío.
En El Zapote, padres y niños hemos decidido unirnos y en minga contribuir para mejorar por lo menos la infraestructura de nuestra escuela.
‘El agua se acaba en la montaña’
Blanca Alba, 18 años. Quichua- Cayambe
En mi pueblo La Chimba, en Cayambe, el tema más preocupante es el del medioambiente. En las montañas la tierra ha cambiado, ahora todo está seco por la falta de agua.
Las comunidades indígenas ya sufrimos el problema del agua. Antes teníamos suficiente para abastecer en la agricultura y ganadería. Ahora dependemos de los sistemas de riego, pero no es lo mismo, la Pacha mama prefiere la lluvia.
A pesar que el agua de los sistemas de riego nos viene de las vertientes de la mama Cayambe, su caudal cada vez es menos. Nuestra comunidad coge el agua por turnos y muchas veces hay familias que se quedan sin el líquido para sus cultivos.
Antes por esta época llovía, ahora hay sembríos que se han perdido. Nosotros este año sembramos papas y las matas se secaron. Esto además representa un gasto y una pérdida.
A mí, más que el perjuicio económico, me preocupa el daño que se le ha hecho a la tierra, está demasiado contaminada. Ya no da los mismos frutos como hace años. Yo recuerdo que antes las papas eran más grandes y había tanta variedad, ahora hay máximo tres y son pequeñas.
El problema del agua es grande, sin ella no podemos vivir, antes con mis hermanos nos bañábamos libremente en el río, bebíamos su agua, hoy no lo podemos hacer porque la poca agua que hay está sucia.
En mi comunidad nos propusimos a cuidar la naturaleza, el que vaya a cortar árboles debe sembrar antes. Nosotros entendemos que si se acaba la naturaleza se acaba la vida.
En mi casa aprendimos a reciclar, las hojas de papel que ya no usamos las licuamos y moldeamos en el sol, así producimos nuestro papel. En el páramo nos estamos quedando sin agua. La naturaleza no es un simple recurso es parte de nuestra vida.
‘Defenderé la educación intercultural’
Janeth Guamán, 16 años. Cañari- Cañar
Yo, una adolescente indígena, estoy orgullosa de decir que me eduqué bajo el sistema educativo intercultural bilingüe desde el jardín de infantes y voy a graduarme ahí.
No entiendo por qué el actual Gobierno quiere eliminarla con el Decreto 585, en un intento por unificar la educación. Por qué no entienden que no somos homogéneos, somos diversos. En Quilloac, mi pueblo natal de Cañar, esa es la preocupación más grande.
La educación intercultural nos enseña a valorar nuestra cultura, nuestra lengua. Si se pierde, quién va a enseñar a las nuevas generaciones, nadie conocería nuestras raíces.
A nosotros no nos encierran en una aula en donde solo el profesor habla, nosotros salimos a explorar la comunidad, a la Pacha Mama, porque desde niños nos enseñan a cuidarla. Además, las clases son en nuestra lengua nativa, el quichua, nuestros maestros son indígenas. En la otra educación nos discriminan.
La educación bilingüe no está alejada de la modernidad, tenemos laboratorios, computadoras, Internet, bibliotecas… Los mestizos mucho hablan de la plurinacionalidad e interculturalidad pero en la práctica poco o nada hacen, ni siquiera saben su significado. Los indígenas somos los que más practicamos la interculturalidad, lo que aprendemos en el campo lo conjugamos con la ciencia y la tecnología. Si una clase es sobre la manzanilla, se compara nuestra sabiduría ancestral con los estudios modernos, estamos a la par.
En Quilloac estamos decididos a defender y a luchar para que se mantenga y se fortalezca la educación intercultural bilingüe. Para ello apoyamos la propuesta de Ley de Educación de la Conaie- Ecuarunari, esa es la educación que queremos.