La turbulencia de las aerolíneas estremece a sus ex empleados

En las afueras de las ex oficinas de Ícaro.      Los ex trabajadores de la firma  cuentan  sus historias después de seis  meses de estar sin trabajo.

En las afueras de las ex oficinas de Ícaro. Los ex trabajadores de la firma cuentan sus historias después de seis meses de estar sin trabajo.

Ícaro. 18 de noviembre del 2011. El piloto Pedro D. perdió sus alas, como el personaje de la mitología griega que lleva el nombre de la aerolínea donde prestó sus servicios por dos años. La empresa quebró.

[[OBJECT]]Él sabía que la crisis laboral estaba por llegar, luego de que esta empresa se acogió a la liquidación por problemas económicos. Ahora, junto a nueve ex trabajadores, cuenta su historia en las cercanías de las ex oficinas de la firma, ubicada al norte de Quito, donde la empresa operó.

Seis meses después, formando una media luna en la vereda y con la noche a cuestas, todos quieren hablar del tema legal, los juicios que emprendieron, el inspector que lleva la causa, la falta de un administrador fijo que por fin pague sus liquidaciones…

Son las 18:15. Ellos concuerdan en que gracias a los trabajos de sus esposas subsisten. Pilotos, ingenieros aeronáuticos, técnicos de operaciones son algunos de los que se quedaron sin empleo. La edad promedio fluctúa entre los 30 y 45 años. Ellos relatan que sus hijos todavía estudian y no tienen con qué afrontar estos gastos.

Al mencionar a su familia, el silencio se apodera del grupo por un momento. Pedro, el piloto, susurra: “Debo necesariamente recurrir a mis padres y tengo que decirles que me ayuden”.

A él se suma Juan M., quien vendió el auto y su departamento para cubrir los gastos emergentes del hogar. Hoy, este ingeniero aeronáutico, que estudió en Rusia, paga arriendo.

Mario J., ingeniero aeronáutico que también cursó sus estudios superiores en el exterior, tiene una historia similar. Hace una semana salió a pasear con uno de sus hijos, una vez que vendió los bienes. Recuerda que el pequeño al ver un juguete le dijo: “Papi, cuando tengas trabajo ¿me lo compras, si?”.

Hace una pausa y con su mano derecha se seca unas tenues lágrimas que se le escapan. “Yo creí que mis hijos no sabían lo que sucedía”. Ícaro plegó sus alas y con ello 160 trabajadores perdieron el empleo. Están en la calle.

LAN, 23 de enero del 2012

Geovanna Carrillo recibió la noticia a las 09:00, tras laborar toda la noche y llegar a su casa, a las 07:00, en la Ciudadela Ibarra, al sur de Quito. Una secretaria de la compañía le llamó y le pidió que acudiera a la empresa.Al llegar a las oficinas de LAN, en el Aeropuerto Mariscal Sucre, la recibieron con una frase que difícilmente olvidará: “Estás despedida”. Llevaba a su hija de 2 años en brazos. “Supliqué que me dejaran trabajar”. En medio del llanto que le provocó la noticia suplicó a la Gerenta de aeropuerto, quien le notificó la salida: “Le firmo lo que desee, pero no me despida”. Pero todos los intentos fueron en vano. La decisión era inflexible.

Después de haber visto a miles de personas tomar un vuelo en el aeropuerto para salir del país, Geovanna Carrillo ahora solo observa a su esposo e hija en su casa. Ella trabajaba en el counter internacional, como agente de servicio al pasajero.

Sentada en una silla del comedor, mientras abraza a su hija, recuerda que su horario de trabajo se extendía, en ocasiones, hasta 12 horas, “a veces sin ser reconocidas económicamente”. Era la encargada de direccionar a los pasajeros al avión. Usaba zapatos de tacón y pasaba de pie la mayor parte del tiempo.

Hasta enero, el sueldo le alcanzaba para pagar la deuda de su casa. Solo le quedaban nueve meses, pero debió renegociar la ampliación a tres años con el banco. Su esposo afronta los gastos y ella, después de cuatro meses, sigue en el desempleo. Otras 60 personas perdieron el trabajo en esta empresa.

AeroGal, 29 de marzo

Un ex trabajador de la firma que fue despedido se resiste a contar su historia.

Contesta las llamadas pero siempre hay una excusa. Cuatro veces fue contactado. Finalmente, accede a las preguntas, pero con una condición: “No quiero que mi nombre aparezca”. Después del acuerdo, comenta que fue citado junto a 122 trabajadores a las oficinas de la aerolínea, ubicada en el norte de Quito.

Ninguno de ellos sabía el tema que se trataría en esa cita. Ya en la sala de reuniones incluso les ofrecieron bocaditos. Minutos después, uno de los ejecutivos de la empresa les dijo: “Están despedidos”. Sin dejar de recordar el acuerdo pactado, el ex trabajador dice: “Aún estoy sin empleo”. Cerró la llamada y no contestó más.

Tame, 24 de abril

Una carta firmada por Rafael Farías, gerente de la aerolínea, comunicaba a 206 trabajadores de su separación.

Algunos de los empleados fueron citados en diferentes lugares del norte de Quito: un restaurante, en las calles Reina Victoria y Colón; otro, en la Gaspar de Villarroel, y otro grupo en las oficinas de la compañía.

Sus computadoras fueron desactivadas. “Ahora ya no quiero saber nada de Tame”, dijo Paúl P., quien trabajó 17 años en la aerolínea. Él se encargaba del área de cobranzas y su idea era acogerse a la jubilación. Pero no resultó. Le despidieron antes de iniciar el trámite.

Al llegar a su trabajo, en la mañana del 24 de abril, la línea telefónica de su oficina estaba cortada y el computador sin sistema.

Mientras esto ocurría, en las instalaciones de la firma, localizada en las avenidas Amazonas y Colón, Paúl se percató de que un grupo de policías se paseaba por la vereda. “Nos despidieron como delincuentes, no necesitábamos ser intimidados por la Policía -relata-, al menos nos debieron despedir dignamente y comunicarnos las razones”.

Dos días después de su salida, con gafas y ropa deportiva, Paúl comenta que aunque ya no tiene hijos que mantener, le preocupa su jubilación. Tiene más de 50 años y sabe que no le darán trabajo en otro lugar por la edad.

Ahora se asesora con un abogado para ver la posibilidad de solicitar su jubilación y acceder a una pensión mensual.

Una situación parecida vive Teresa C. Ella recibió la noticia después de haber cumplido su turno el último fin de semana del mes. Debía presentarse en el Portal de Liga, en la Gaspar de Villarroel. Eso levantó sus sospechas, pues en la empresa corría insistente el rumor de los despidos.

Llegó puntual a la cita. A las 08:30 estaba en la dirección indicada. Según su relato, los minutos pasaban y llegaron unas 50 personas. El local permanecía cerrado. A medida que se concentraban, hasta ese momento los aún trabajadores de Tame, decenas de uniformados llegaban al lugar.

“Vi un camión repleto de policías”, confiesa. “¿Acaso cometimos un delito?”, repetía Teresa. Ellos solo sonreían...

A las, 10:00 la noticia no le tomó por sorpresa. Estaba despedida y sin jubilación. Su hija, de 30 años, la acompañó aquel día. “Sentí vergüenza (por mi hija), no creí que me tratarían de esa manera”.

Los ex empleados prefieren que sus nombres no sean citados. Aducen que su liquidación no está completa y creen que al darse a conocer serán objetos de represalias por el Gobierno, ya que Tame es una firma pública.

Su principal requerimiento es conocer la razón por la que debieron dejar la compañía. Luego de ser notificados con sus separaciones estaban custodiados por policías. “Fuimos tratados como delincuentes”, repiten, mientras esperan a sus compañeros en diferentes puntos de la ciudad para conversar sobre las acciones legales que piensan seguir contra la empresa nacional.

Las aerolíneas y las causas de la crisis

Este Diario pidió la versión de los representantes de las compañías. Solo Tame y AeroGal respondieron. En total, 549 personas quedaron en el desempleo por la reestructuración que emprendieron desde noviembre Ícaro, LAN, AeroGal y Tame.

Las causas se centraron en problemas económicos y sobredimensión de personal. Pero la gota que derramó el vaso fue la eliminación del subsidio del combustible, desde enero anterior.

Así, Ícaro comenzó esta crisis laboral cuando se acogió a la liquidación por desfases económicos. A esto se suma que su único avión, que operaba en la ruta Quito-Manta-Quito, sufrió un desperfecto mecánico que obligó a la compañía a cancelar sus operaciones. Por ello, la Dirección General de Aviación Civil (DGAC) suspendió los permisos de vuelo.

LAN y AeroGal se acogieron a una reestructuración de costos buscando ser mucho más eficientes. Ello se reflejó en la reestructuración de rutas y frecuencias como parte de su cambio.

Adicionalmente, se inició el proceso de fusión de esta última empresa con el holding Avianca-Taca, que se concretó en el 2010.

La empresa pública Tame, en cambio, tuvo problemas por su exceso de personal. Así lo evidenció una consultoría de la Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA), que se realizó durante el 2010 y 2011.

Finalmente, un factor económico que influyó en las aerolíneas fue la eliminación del subsidio al combustible que hasta diciembre del año pasado, les permitió adquirir el galón a USD 1,24. Desde enero su precio es más del doble. Pero el Gobierno decidió mantener el subsidio del 40% para los aeropuertos que controla.

Las aerolíneas

Desde el 1 de enero se eliminó el subsidio al combustible de avión para las rutas de los aeropuertos que no administra el Estado. Para estos últimos, el Gobierno subsidia un 40%.

El incremento de precios en los boletos fue de USD 11 por vía, es decir un boleto de ida y vuelta cuesta USD 22 más en las rutas de los aeropuertos de Quito, Guayaquil y Cuenca.

El subsidio le significó al Fisco USD 92 millones. El Estado cubría USD 1,80 por galón. Las aerolíneas cancelaron hasta diciembre USD 1,24. Ahora pagan USD 3.

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