El psiquiatra Carlos León explica que la ludopatía o adicción al juego no se soluciona con una norma legal, ya que el adicto buscará el modo de satisfacer su necesidad
¿En qué momento se puede decir que una afición a los juegos de azar se convierte en una ludopatía, es decir, en una adicción?
Todos los seres humanos nos sentimos atraídos a jugar; es un recuerdo de nuestra infancia en donde el juego es un asunto muy serio, a través del cual el niño aprende y experimenta. A todos nos gusta jugar, este gusto se convierte en juego patológico o ludopatía cuando hay incapacidad de controlar el deseo de apostar, que es una de las gratificaciones asociadas al juego.
¿Qué tipo de efectos tiene esta patología?El juego ligado a la apuesta puede generar como consecuencia graves problemas en el campo social, familiar, laboral e incluso penal, pues muchos ludópatas terminan entrando en el fraude o robo para poder seguir satisfaciendo su enorme necesidad de apostar. La amplitud del problema se refleja en que alcanza aproximadamente a cerca del 3,0% de la población, según estudios epidemiológicos en otros países.
¿Quiénes son más vulnerables a caer en esto?
El juego en sí y cualquier tipo de juego podría ser potencialmente adictivo, pero no todas las personas que juegan son ludópatas. Es más un problema de la persona y no del juego en sí, aunque existe un tipo de juego que los especialistas reconocen potencialmente muy adictivo: el que tiene una recompensa económica. Las personas más susceptibles son aquellas que tienen trastornos de personalidad y antecedentes familiares de cualquier tipo de adicción. En cuanto a la mentalidad del jugador, el que tiene una patología no ve cuando pierde y solo guarda la experiencia de que gana, y busca repetirla en forma impulsiva.
¿Cómo se enfoca el tratamiento de esta adicción?
Es probablemente uno de los trastornos mas difíciles de tratar. Las terapias combinadas son las que mejores resultados podrían ofrecer y en especial con grupos de autoayuda muy similar al esquema de Alcohólicos Anónimos, solo que en este grupo se denominan Jugadores Anónimos, pero el principio es el mismo: mantenerse lejos del juego.
El Gobierno argumenta que el país ha sido invadido por salas de juegos y máquinas tragamonedas “que están afectando a la juventud y empobreciendo a muchos hogares”. ¿Se puede hablar de que la adicción a estos juegos se está convirtiendo en un problema social?
No sé de datos nacionales en cuanto a prevalencia de juego patológico. Tomando en cuenta que los adolecentes son más susceptibles de caer en conductas adictivas de este tipo, podríamos asumir que potencialmente estamos frente a un fenómeno social y de salud pública. La adicción al juego se reparte más o menos por igual independientemente de la clase social, lo que cambia es el tipo de lugares que frecuenta el adicto, y el juego al cual se desarrolla la adicción.
¿Se puede garantizar que al estar prohibidos, un ludópata deje los juegos de azar?
La prohibición no es solución para ningún tipo de adicción. Los adictos a cualquier sustancia o conducta siempre encontrarán el modo y el lugar para satisfacer su necesidad, y siempre habrá alguien que ofrezca lo prohibido. Es incluso mejor que esté reglamentado y controlado, porque, por ejemplo, se prohíbe el ingreso a menores de edad a centros de juego. Más bien se debería reglamentar mejor a las salas de juegos cibernéticos que frecuentan.
¿Qué tan pertinente considera usted decidir una prohibición de esta naturaleza en una consulta popular?
Me parece una tontería hacer esa pregunta al pueblo, eso se debería discutir como parte de una necesidad de diseñar programas de salud entre quienes ven o estudian este tipo de problemas, es decir psiquiatras, psicólogos, antropólogos, sociólogos y definir políticas públicas que lleven al estudio del problema, y señalamiento de posibles soluciones.
Consulta
PREGUNTA 2
¿Está usted de acuerdo que en el país se prohíban los juegos de azar, tales como los casinos y las salas de juego?
Armando Arciniega / Asesor contable
‘Es una pregunta tercermundista’
Tengo 35 años y en toda mi vida he ido tres veces a un casino. No volví porque uno puede quedarse sin nada por apostar. Tomé la decisión, por mis propios fueros, de no volver. Pensé en el futuro de mi hijo y de mi esposa. Además, me alejé de mis amigos que frecuentan esos lugares. Fue una decisión personal mía, nadie me la impuso y eso es los importante. Por esa razón no estoy de acuerdo con que se pregunte en las urnas si deben seguir funcionando los juegos de azar. Me parece muy tercermundista y, más aún, si se considera que hay problemas más graves que aquejan a la sociedad. Se nos debería preguntar, por ejemplo, sobre un modelo de educación.
Lorena Altamirano/ Estudiante
‘Yo decido qué hacer con mi dinero’
Cada persona es libre de hacer con su dinero lo que quiera. Si a mí me sobra plata, puedo escoger entre ir al cine, a un paseo o a apostar en un casino. Esa es la libertad que cada persona debe tener. Sobre la pregunta que se plantea para la consulta popular, me parece que hay una intención por impedir que decidamos. No estoy segura de que esa sea la intención final, peor me parece peligrosa. A mí, en mi casa, mis padres me enseñaron a tomar las decisiones que crea acertadas y las veces que me he equivocado he afrontado el error con responsabilidad. Es algo similar a lo de los toros, a nadie se le puede impedir a que vaya a un espectáculo público.
Paúl Ponce / Comerciante
‘Está bien que se cierren los casinos’
Sí estoy de acuerdo con que se cierren los juegos de azar, especialmente los casinos, porque he escuchado que allí algunas personas ponen a circular el dinero mal habido. En esos sitios es fácil encontrarse con extranjeros que juegan todo el día. Voy a votar sí en esa pregunta. No creo que sea un atentado contra la libertad de las personas, más bien pienso que el Gobierno debe asumir posiciones radicales en determinados temas que afectan a la sociedad. La consulta popular es compleja y en mi opinión, no se puede votar todo no o todo sí. Hay que analizar detenidamente a cada pregunta para tomar la decisión más acertada. Cada persona tiene la palabra.