Entrevista del día a Roberto Salazar, catedrático
¿Cuáles serán los efectos reales de la aplicación de una reforma tributaria como la que plantea el Gobierno en estos momentos?
En realidad, académicamente hablando, no tengo una percepción final, ni positiva ni negativa. Yo creo que es una reforma entendible, pero que tiene algunas contradicciones. Y, por lo tanto, es una reforma que necesita diálogo.
El Gobierno insiste en que es una reforma ‘verde’ y que los ingresos recaudados se destinarán a proyectos de salud, educación, seguridad…
El Régimen afinca la reforma en un análisis de economía ecológica, más que ambiental. Si se revisa la literatura ecológica, hay que tener mucho cuidado en aplicar los impuestos verdes, ya que estos deben servir básicamente para cambios de comportamiento de una sociedad.
De lo que yo entiendo, y de lo que ha dicho el Gobierno, se busca generar un cambio de comportamiento. El problema es que al hacerlo la base tributaria se erosiona. Y, al erosionarse la base tributaria, ya no se trataría de un ingreso permanente y por lo tanto rompería la regla macrofiscal (los gastos permanentes se financian con ingresos permanentes). Entonces, la reforma puede funcionar en el corto plazo, pero no es sostenible a posteriori.
En teoría, los ingresos servirán para mejorar el bienestar de los ecuatorianos.
Si el Gobierno quiere ser consistente con esta reforma, debe decir cuál será el destino de esa recaudación. Una de las buenas prácticas en materia tributaria es explicar cuál es el destino. El destino no puede ser tan ambiguo como decir que se va a gastar en educación o salud. Debería sincerar esta reforma y no llamarla “verde”, porque probablemente es una reforma para recaudar, que no tiene nada de malo.
El Régimen sostiene que esta reforma obedece a la incapacidad del país para tener una política cambiaria, que proteja la balanza de pagos. Es decir, ¿ la única política posible es más impuestos?
Pudo haber optado por una política tan sencilla como eliminar el subsidio a los combustibles. Así se logra un efecto “verde” y a la vez un efecto de recaudación. Y entiendo el costo político que esto atraería. Por eso, lo que veo es una reforma tributaria inmadura.
Otro punto de polémica es si la reforma impactará más a la clase media. ¿Será así?
Muy probablemente a quienes nos va a afectar más es a la clase media. Hay que ver la política tributaria en cuánto afecta al consumo y no en cuánto impacta al ingreso y, peor aún, a la riqueza.
El incremento del Impuesto a la Salida de Divisas (ISD) tiene el objetivo de evitar que los dólares salgan del país y sostener la liquidez. ¿Es correcta esa tesis oficial?
El problema es que esta reforma no está diferenciando los sectores y grupos humanos. Si alguien envía a su hijo a estudiar al exterior, es una inversión en capital humano. ¿Eso debería tributar o no? Creo que es necesario dialogar para no polarizarse.
Las críticas también apuntan contra el momento de lanzar esta reforma, debido a que el Estado ha recibido extraordinarias cantidades de recursos. Siendo así, ¿es lógico aplicar más impuestos?
En política económica, lo sano es discutir todas las opciones. No se trata de aumentar la carga tributaria, manteniendo un desperdicio de recursos. Es un tema de ajuste. Si se sigue teniendo subsidios que son malos social y ambientalmente y, además, se sigue poniendo cargas que son malas económicamente, habrá una situación insostenible. Por eso digo que la reforma requiere discusión, porque hay otras políticas.
¿La dolarización corre el riesgo de no continuar?
El riesgo siempre está, aunque hoy es tolerable, por la coyuntura favorable de precios del petróleo.
¿POR QUÉ ESTÁ AQUÍ?
Su experiencia. Catedrático. Fundador del Grupo Hexagón.
Su punto de vista. El Gobierno pudo adoptar otras medidas económicas. El diálogo se hace más necesario ahora.