Es muy probable que una crisis económica, como la registrada en el 2009, se repita en los próximos meses. Varias autoridades del Gobierno han venido debatiendo sobre si será una contracción global o una segunda recesión económica, lo cual implicará tomar medidas diferentes para cada caso.
Interesante la reflexión, pero el Gobierno agotó sus opciones para afrontar la crisis. Se gastó los ahorros petroleros, no ha logrado acuerdos comerciales para ampliar las exportaciones y mantiene alejada la inversión extranjera.
Y para complicar las cosas, necesita tomar medidas rápidas. Vaya a ocurrir lo que pasó a finales del 2008, cuando la crisis tomó por sorpresa a las autoridades, y además sin reservas en el banco.
Aunque pensándolo bien, ahora ocurre lo mismo. Al Gobierno no le queda otra que aplicar la misma receta del 2009: contratar más deuda pública y restringir como pueda las importaciones.
Los nuevos créditos con China están adelantados, probablemente a cambio de petróleo y con cláusulas que solo el Gobierno conoce. Y ya está definida la lista de productos que tendrán restricciones para su importación, en caso de que se vislumbren problemas en la balanza de pagos.
La única diferencia respecto al 2008 es que en esa época el Gobierno negaba la crisis internacional. Pero ahora no solo la reconoce, sino que advierte de efectos nefastos. Y tiene razón. Una caída de precios por debajo de los USD 70 por barril puede arruinar el modelo económico, y de paso el escenario electoral para las presidenciales del 2013.