Los tubos plateados por donde se transporta el petróleo desde la Amazonía bajan por la loma de Balo, al final del balneario de Las Palmas, junto al mar, en Esmeraldas.
Diógenes Cuero, de 64 años, estuvo entre los más de 500 esmeraldeños que llegaron burlando la seguridad de la Armada para observar el primer embarque de petróleo, el 17 de agosto de 1972.
Los curiosos caminaron por la playa para conocer el llamado oro negro. Era de lo único que se hablaba en las radios de la localidad, y había expectativas entre la población de 75 000 habitantes. En 1977 ya aumentaron a 120 000.
El primer embarque salió por el Puerto de Balao llevando 38 238 barriles. Emocionado, Cuero tiñó sus manos y tomó un poco en un recipiente para mostrarles a sus compañeros de trabajo.
Puerto Balo está sobre una zona rocosa que sobresale en el perfil costanero, junto a Punta Gorda, en el sur de la provincia. Actualmente hay un complejo deportivo de Petroecuador.
Desde afuera del peñón se divisa el balneario de Tonsupa, Atacames, el Terminal Petrolero del OCP y las boyas donde anclan los buques para cargar el petróleo de exportación. Lo hacen desde hace 40 años en el mismo sitio.
En Balao, en las décadas de los 60 y 70, habitaban colonos dedicados a la siembra de algodón. Hoy atraviesan los tubos del Oleoducto Transecuatoriano (Sote) y el poliducto. Ya no se siembra.
Algo similar ocurrió donde se asienta la Refinería de Esmeraldas, a 6 kilómetros y medio en la antigua vía antigua a Atacames. Actualmente la Refinería está en medio de la ciudad.
Enrique Muzo llegó a Esmeraldas desde Ambato, en 1 973, para buscar trabajo en la construcción de la Refinería. Tenía 15 años y no la aceptaron por su edad. “Era complicado conseguir un cupo porque había mucha gente que, al igual que nosotros, también quería ingresar”. Fue uno de los que se quedó en la ciudad.
La Refinería de Esmeraldas, que se construyó entre 1974 y 1977, generó el crecimiento poblacional hacia el sur. Eso explicaría el desarrollo turístico de cantones como Tonsupa y Atacames.
La migración de personas de todos los pueblos de la provincia se concentró en los barrios aledaños y propiciaron invasiones cerca de la Refinería, que está rodeada por los barrios Unidos Somos Más, Propicia 4, 14 de Marzo, Lucha de Los Pobres, Las Tolita 1 y 2, La Florida, y todo el valle San Rafael, al sur de la ciudad. En toda esta zona se potenció el comercio.
Para Cuero, el petróleo trajo un crecimiento de la ciudad pero no progreso. Una parte de la población mejoró sus condiciones de vida, el resto creció de forma desordenada. Personas como Licenia Paredes, del barrio La Florida, junto a la Refinería, cree que estos 40 años no han traído desarrollo. Ella ha vivido 20 años al lado de la Refinería , sin servicios básicos.
Esta planta es la principal productora de asfalto, pero el 70% de las calles en los barrios es de tierra y las vías de la ciudad están llenas de baches. El servicio de agua y electricidad es deficiente.
Desde el sector de Codesa, a un kilómetro de la Refinería se observan las teas que emanan los residuos de la refinación. La contaminación es la principal queja de los habitantes de la ciudad.
Dicen que no hay compensación por los efectos que provoca la contaminación en la salud. Ese complejo procesa 110 000 barriles diarios de petróleo.
Un estudio ambiental realizado en 1995 determinó que en los techos de las casas había residuos de vanadio, cromo y níquel. También afectaciones al río Teaone, a donde van las descargas de la refinería y otras empresas.
Cuero y Muzo creen que con la exportación de petróleo se enriqueció la burocracia capitalina y no los habitantes de la ciudad.