Cuatro cumbres europeas, multitud de reuniones de ministros de Finanzas de la eurozona y un acuerdo fiscal, sin Londres, podrían no ser una armadura suficientemente hermética para cerrar la crisis de deuda y evitar que Europa caiga en una nueva recesión en 2012.
A pesar de los esfuerzos del tándem Merkel-Sarkozy por cortar la sangría de deuda soberana en la eurozona, que se ha llevado por delante a Grecia, Irlanda y Portugal, los tres socios de la eurozona rescatados, ni los mercados ni las agencias de calificación ni muchos expertos parecen convencidos de que sea la fórmula mágica definitiva para acabar con los problemas.
Salvo excepciones virtuosas como la de Polonia, cuyo Producto Interior Bruto (PIB) podría crecer en torno al 4 por ciento en 2012, ni siquiera Alemania, la principal economía del euro, seguida de Francia e Italia, podrá contar con más de un 0,6 por ciento de expansión el año que viene, según los últimos pronósticos del Bundesbank alemán.
Ya lo advertía hace algunas semanas el comisario de Asuntos Económicos de la UE, Olli Rehn, en la presentación de las últimas previsiones de otoño de Bruselas: “el crecimiento se ha frenado en Europa y podríamos entrar en una nueva fase de recesión, la economía mundial entró en una nueva zona de peligro”.
La Comisión Europea prevé un crecimiento del 0,5 por ciento del PIB en 2012 para la Eurozona, en vez del 1,8 por ciento previsto en un informe anterior.
Asimismo, revisó a la baja sus previsiones para 2013 (1,3 por ciento en lugar de 1,8 por ciento). Todo apunta a que habrá poco champaña para celebrar el año que viene: “la eurozona avanza lenta pero de forma clara hacia una nueva recesión”, comenta a dpa el economista jefe de la entidad holandesa ING Bank, Martin van Vliet.
A la preocupación por el raquítico crecimiento, cuando Europa, salvo algunas excepciones, no se ha recuperado todavía de la crisis financiera de 2007, se suman las turbulencias de la eurozona y la amenaza del desempleo crónico en algunos países. “Nos enfrentamos al peligro de una epidemia de desempleo en los próximos años”, sentenciaba un reciente informe de la Organización Mundial del Trabajo (OIT).
Y es que el nivel de desempleo en el Viejo Continente ha alcanzado su cota más elevada de los últimos 13 años. Casi todos los analistas, tanto de entidades públicas como privadas en Europa, no ven el horizonte de 2012 despejado. El grupo de investigación económica Markit de Londres asegura en su último informe publicado a mediados de diciembre que su principal índice de sentimiento económico (PMI) sigue por debajo de 50 puntos, lo cual indica una contracción de la coyuntura.
“La eurozona ha pasado su peor trimestre de los últimos dos años y medio, con un índice PMI que indica una posible contracción del 0,6 por ciento”, asegura Chris Williamson, economista jefe de Markit.
Tras un rebote en 2010, impulsado por el buen comportamiento de la economía germana, el ritmo de crecimiento de la eurozona se ha desinflado, mientras los jefes de Estado y de Gobierno europeos siguen batallando, muchas veces entre sí, por cerrar la crisis de deuda y evitar contagios a España o Italia.
La imagen de división y las cacofonías casi constantes que han exhibido los líderes europeos en estos últimos dos años, incluida la falta de sintonía en el eje franco-alemán, han dado combustible a las agencias de ráting y a los especuladores para atacar casi a diario la máxima solvencia de socios “ejemplares” como Francia, o incluso a poner en duda la triple A, la mejor nota, del fondo de rescate europeo.
Particularmente sangrante ha sido la lucha entre la canciller germana, Angela Merkel, y el presidente francés, Nicolas Sarkozy, por la demanda gala para convertir al Banco Central Europeo (BCE) en el prestamista de último recurso que pueda comprar cuando sea necesario deuda soberana de socios en problemas, o la pugna por los eurobonos, que Berlín siempre ha rechazado.
Mientras tanto, Europa, a excepción de Londres, confía en que el nuevo pacto fiscal acordado en la última cumbre de Bruselas sirva de acicate para que el principio de disciplina presupuestaria, fijada en las diferentes Constituciones nacionales, se convierta en el nuevo credo de obligado cumplimiento que evite nuevas crisis “a la griega”.
Por otro lado, en un esfuerzo por demostrar que están comprometidos con las exigencias de ajuste que les reclama Bruselas, los gobiernos tecnocráticos de Lukas Papademos en Grecia y de Mario Monti en Italia trabajan contrarreloj para acometer las reformas necesarias, que pasan por más recortes. En España, el nuevo presidente del gobierno, el conservador Mariano Rajoy, también sigue la línea de la austeridad para cumplir con la UE.