Trabajan todas juntas en una casa de campo, en medio de grandes árboles. Diariamente esquivan la selva de cemento para llegar a este tranquilo enclave natural en pleno corazón financiero de Quito.
Muchas de ellas han sido discriminadas por ser madres solteras, por no tener estudios superiores o, en uno que otro caso, simplemente por ser mujeres. En la compañía Servicio al Cliente S.A., que opera desde 1999, solo el jardinero y el mensajero son varones.
Pero esta situación no fue así siempre. Al principio, la nómina tenía más hombres que mujeres. Pero poco a poco fue revirtiéndose la situación, según su gerenta general, Valerie Vaca, “porque ellas son más responsables y eficientes al realizar su trabajo”.
Sin embargo, esta ejecutiva, que ha vivido en carne propia la discriminación por ser mujer y que ha tenido que reforzar su carácter para competir, señala que aún la diferencia entre hombres y mujeres sigue marcada en el país.
En eso coincide Paola Montoya, especialista en derecho laboral femenino del Grupo Jurídico Valladares y Guevara, quien asegura que la brecha salarial permanece vigente actualmente en todo tipo de trabajo. Sin embargo, explica, mientras más bajo es el grado de educación de las trabajadores más riesgos tienen de enfrentar este y otros tipos de discriminación en sus lugares de empleo.
María P., por ejemplo, solo estudió la primaria y ahora labora como empleada doméstica. Ella gana el suelo básico de USD 292, pero un pariente suyo que limpia casas como trabajador de una firma de servicios complementarios recibe cerca de USD 50 más.
“Si somos mujeres somos empleadas domésticas, mientras que si son hombres se los llama ‘trabajadores de limpieza’. Hasta en los nombres existen estas diferencias con ellos”, dice con un gesto visible de insatisfacción.
Pese a esta situación, las mujeres con grados de educación más altos tienen mejores condiciones para alcanzar sueldos que se equiparen al de los hombres en cargos similares. Análisis hechos por la bolsa de empleo virtual Bumeran muestran que las mujeres con educación superior y posgrados, que en su mayoría trabajan en las áreas de administración y comercio, alcanzan sueldos similares a los de los hombres.
Uno de estos análisis, relacionado con la brecha salarial de mujeres ejecutivas, fue realizado por Deloitte. Allí se establece que los hombres que desempeñan funciones ejecutivas ganan un 15% más que las trabajadoras de género femenino. La diferencia salarial crece mientras más altos son los cargos que ocupan.
Para Evelyn López, coordinadora comercial de la firma, esta equiparación salarial va de la mano con el hecho de que la mayor cantidad de contrataciones en esas áreas es de mujeres. Por ejemplo, de 10 puestos que se ofrecen en administración y comercio, ocho son llenados por mujeres y dos por hombres. Mientras que en los trabajos técnicos de 10 vacantes existentes, todas son llenadas por hombres.
“Hay clientes que dicen que es delicado contratar mujeres para cierto tipo de trabajos porque hay peligros o porque hay funciones que no pueden cumplir. En los trabajos relacionados con ventas, distribución de alimentos, despacho de productos en puntos de comercialización, etc. se dan estas situaciones. De plano dicen que no quieren mujeres”.
La misma firma Deloitte critica situaciones como estas, ya que considera que los niveles remunerativos deben depender de la capacidad y los resultados que ofrezca el trabajador y no del género. Roberto Estrada, socio de la firma, señala que tradicionalmente se ha considerado que la mujer no es el sustento del hogar y eso incide en su nivel salarial.
En algunos casos, el género no es el único limitante en cuanto a lo remunerativo. Las cuestiones étnicas también pesan. Datos de la Plataforma Nacional de la Mujeres muestran que las trabajadoras indígenas de plantaciones ganan 40% menos que los varones mestizos. “La edad, el estado civil, el embarazo, y otros, también pesan al momento de contratar y pagar un salario”, señala Rocío Romero, presidenta de Acción Ciudadana por la Democracia.
El artículo 332 de la Constitución garantiza los derechos reproductivos de las mujeres, lo que incluye la eliminación de riesgos laborales. De igual forma, el artículo 331 garantiza a las mujeres la igualdad en el acceso al empleo, la promoción laboral y a la remuneración equitativa.
Pero aún falta mucho. “Son pocos los estudios sobre el tema. Algunos han sido elaborados por organizaciones privadas”, señala la asambleísta Nívea Vélez, quien ha estado vinculada a organizaciones de defensa de la mujer.
En el país, la mujer gana 24,8% menos que el hombre
Salarios
La brecha es del 26%
La Organización Internacional del Trabajo (OIT), tras un estudio realizado en el 2010 en 23 países, determinó que los hombres todavía ganan un 26% más de salario que las mujeres en trabajos de igual categoría.
En Ecuador es del 24,8%
Mientras tanto, en el país, la brecha es un poco menor. Según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), la diferencia salarial entre hombres y mujeres alcanza un 24,8%. No se especifica en qué segmentos la diferencia es mayor.
Empleo
Mayor desocupación
La cantidad de mujeres desocupadas en el país asciende al 52,29% de la Población Económicamente Activa (PEA). Entre los varones el nivel de desempleo, al 2011, llegó a 47,71%.
Más emprendedoras
El número de propietarios de negocios a escala nacional aún es mayor en los varones (51,57%) que en las mujeres (48,43%). Pero esa situación ha ido revirtiéndose.
Actividades
Su presencia laboral
Los sectores donde hay mayor presencia de mujeres son en el comercio al por mayor y menor (parte del subempleo), manufactura, agricultura (sector rural), servicios domésticos, actividades de alojamiento, servicio de comidas y enseñanza.
Elevado cumplimiento
Las mujeres en general registran un menor ausentismo laboral. Además, el trabajo no remunerado de las mujeres a la economía asciende al 23% del Producto Interno Bruto, en promedio en la región. En el Ecuador, el subempleo entre las mujeres es mayor que en los varones.
Testimonio
Trabajó embarazada
El temor de perder su trabajo por estar embarazada llevó a Teresa M., quien laboraba como empleada doméstica, a fajarse durante los nueve meses mientras estaba en su lugar de trabajo. Cuando dio a luz, el 14 de julio del 2011, pidió vacaciones por 15 días y tomó una semana más aduciendo enfermedad.
Denunció al empleador
Regresó a trabajar, pero a los seis meses llevó a su hijo al trabajo. La despidieron. Denunció al empleador ante la Inspectoría de Trabajo de Pichincha y él se negó a pagar la liquidación correspondiente
PERSPECTIVA
Cristina Arboleda P.
Periodista
Nos sobra carga, nos falta tiempo
Cada año crece el número de mujeres jefas de familia en el país. De ellas, el 92,3% no tiene cónyuge, y el 7,7% sí lo tiene. Los datos corresponden a los hogares urbanos de Ecuador, según cifras del 2008 de la Cepal.
Es decir, enfrentan el reto de ser el soporte más importante para el sustento de la familia. Ellas añoran el viejo milagro de multiplicar los panes. Pero los milagros no existen. En los estratos socioeconómicos más bajos, únicamente pueden acceder a empleos precarios, mal remunerados, temporales.
Se entiende así porque las responsabilidades que deben asumir empujan a las mujeres a engrosar las cifras del subempleo: ellas conforman el 66,7% de la tasa total del país. Y eso no es todo. Magas milagrosas, esas mujeres muchas veces se desdoblan y trabajan en varios empleos para cubrir los gastos; acumulando largas horas de labores remuneradas que al final del día se suman al tiempo que dedican a tareas domésticas
y al cuidado de sus hijos.
A eso se le llama doble y triple carga laboral. Y no es un milagro ni una proeza; es explotación, injusticia e inequidad.
De acuerdo con el Diagnóstico de las Mujeres y Brechas de Desigualdad, de la Comisión de Transición al Consejo de las Mujeres y la Igualdad de Género, las mujeres dedican entre 35 y 40 horas a la semana para los trabajos remunerados, mientras que a las tareas no remuneradas destinan hasta 45 horas. Ocupadas 80 horas semanales; ¿qué tiempo les queda para la capacitación, la recreación o para sí mismas?
Muy poco. La pobreza que enfrentan rebasa el ámbito de lo económico para convertirse en pobreza de tiem- po; con sus consecuentes secuelas en su desarrollo personal y su salud.
Por su parte, los hombres en los estratos más pobres destinan menos de 20 horas semanales al trabajo no remunerado y, en los estratos más altos, el número es menor con poco más de 10 horas semanales. ¿Qué refleja esta brecha? Si bien la mujer ha ido ganando espacios en el mercado laboral, puertas adentro ha perdido: allí es donde está más invisibilizada, sin un reconocimiento económico ni social.
La responsabilidad del cuidado de la casa y de los hijos debe repartirse equitativamente entre hombres y mujeres. La lucha por la liberación no está únicamente en el ámbito público, sino que debe emprenderse hoy más que nunca también desde el espacio doméstico.
Los datos
17 701 mujeres ocupan en el país cargos de gerenta general, directora, gerenta, jefa y analista. El número sube a 18 764 varones, en los mismos cargos.
326,87 dólares es el ingreso promedio mensual que las mujeres reciben en las diferentes actividades laborales en el país. En el caso de los varones es de USD 408,14.