Cada ocho días, la imagen de filas de pescadores con envases de plástico se repite en la estación de venta de combustibles de Jaramijó. A ese enclave marino, al noroeste de Manta, llegan 72 000 galones de gasolina pesquera, que es el cupo mensual asignado por la Dirección Nacional de Hidrocarburos (DNH).
“Nos envían 18 000 galones por semana”, confirma Efraín López, un pescador de la zona.
Pero los pescadores artesanales dicen que ese cupo no les alcanza. José Rosado no ha podido salir de pesca por tres semanas. Cuenta que le es difícil acceder al combustible para salir en su lancha.
Para la faena del día, que lo lleva 50 millas mar adentro en busca de corvinas, cabezudos y perelas (peces de roca), necesita 60 galones. A veces, le venden la mitad.
Manuel Delgado también muestra su indignación. Explica que la gasolina llega hasta dos veces por semana, pero se tarda en venderla hasta seis horas. Hacen fila pescadores de Manta, San Lorenzo y a veces hasta de Crucita.
Para ejercer control en la venta del carburante, y determinar las cantidades reales que cada gasolinera artesanal necesita, los funcionarios de la DNH solicitaron la colaboración de personal militar.
El control con uniformados se implementa en todas las caletas pesqueras del país donde hay estaciones de servicio. En Manabí primero fue en Crucita hace dos meses, ahora en Jaramijó, seguirá a San Mateo, al sureste de Manta.
Edwin Rosero, principal de la DNH en Manta, señala que la presencia militar no es para causar molestias. “Al contrario, este tipo de acciones sirven para conocer las verdaderas necesidades de combustible y además permiten detectar si existen problemas en la distribución”, afirma.
Xavier Muñiz encargado de una estación de venta también ve positivo el control. “Todo es para garantizar el orden pues hay personas que se han convertido en revendedores del combustible”.