En los mesones del centro de expendio de pescado en la playa de Tarqui, en el noroeste de Manta, se venden pescados de carne blanca pequeños. Manuel Castro, comerciante de mariscos, dice que el negocio ha bajado desde hace ocho meses.
“Seguimos dependiendo de los peces pequeños de carne blanca; de vez en cuando los barcos grandes traen atún y los de mediana capacidad atrapan picudo, espadas y wahoo”.
En estos días se ha atrapado el pez sierra, muy parecido al bonito atún. La libra se vende a USD 2, dice Fabián Mantuano, otro vendedor.
La tina de 40 libras de la caballa ojo grande se vende a USD 70. Son 70 pescados, por lo que cada uno se ofrece en un dólar.
La pinchagua o sardina, que antes se utilizaba solo para carnada, ahora también es requerida por los clientes para prepararla en casa.
Para conseguir buen pescado hay que madrugar. La gente llega a Tarqui desde las 04:30. José Párraga es uno de ellos. “Vengo desde Montecristi, lo hago en mi moto, compro el pescado y lo llevo a vender en la parroquia Aníbal San Andrés”.
El comerciante dice que el margen de ganancia es muy poco. “Hay que estar atentos cuando llegan los pescadores para comprarles directamente a ellos y no a los comerciantes que acaparan el producto”.
El pescador José Santana vive en la zona de Los Esteros en Manta. Salió a pescar y cuenta que el agua del mar sigue fría. “Los temblores que se han registrado creo que también han alejado a los peces”.
Cuenta que navegan 40 kilómetros mar adentro y “apenas capturamos un poco de sierra, sardina y botella”. Esa pesca solo alcanza para cubrir los USD 150 que demanda la faena, “que comienza a las dos de la madrugada y termina a las seis de la tarde”.