Hernán Asmal es joyero desde su adolescencia. Ahora, con 57 años de edad es un experto en elaborar anillos de compromiso, de matrimonio, dijes y cadenas.
Desde hace más de un año dejó de fabricar joyas para tenerlas en ‘stock’ y exhibirlas a la espera de un comprador. El alto precio del oro le obligó a trabajar bajo pedido de algún cliente. “No es rentable tener la joya en vitrina, porque no hay compradores frecuentes”.
Ayer por la mañana, Asmal temía que esa situación empeore. La onza de oro del precio internacional llegó a los USD 1 251,85. Eso le preocupó y empezó a hacer números con el propósito de saber en cuánto debía negociar las joyas con sus compradores.
Al final llegó a la conclusión de que debía aumentar el precio de las joyas en un 30%. Pero semejante ajuste le causó malestar e incertidumbre. “Nadie va a querer pagar más por una joya”.
De vuelta a su mesa de trabajo echó más números y concluyó que la única salida es elevar el precio. Unos anillos de matrimonio, que el pasado lunes costaban USD 200, ayer estaban alrededor de USD 250. Asmal espera ver la respuesta de los clientes.
El presidente de la Asociación de Joyeros del Azuay, Fausto Barrera, asegura que el mayor precio del oro solo empeorará la situación. Recuerda que el precio se ha incrementado desde el 2008 y a partir de ese entonces nunca volvió a un precio que permita competir a los joyeros artesanales.
Antes de la última elevación (anteayer), el gramo de oro trabajado se vendía a USD 34, ahora llegaría a USD 40. Por ejemplo, los anillos de matrimonio de seis gramos sobrepasarían los USD 250 el par. “Nadie va a pagar eso”.
La fluctuación del precio del oro se experimenta desde el 2008. En estos dos años, el valor ha sido variable, pero siempre con una tendencia al alza.
El problema es que los joyeros artesanales compran el oro a determinadas personas, las cuales nunca bajan el precio del metal precioso aunque en el mercado internacional haya caído, explica Barrera con cierto malestar.
Esta sería una de las tres razones por las que los joyeros azuayos estén tomando otras alternativas, como trabajar en plata o dejar parcialmente el negocio.
El ingreso de semijoyas o bisutería de otros países también está quitando mercado a los joyeros, ya que son más baratas en comparación a las que se realizan artesanalmente en Cuenca.
El tercer problema que afecta a los joyeros es la pérdida de clientes, en su mayoría migrantes. Ellos adquirían las joyas cuando llegaban al país. O mandaban a comprar las joyas en Cuenca y se las llevaban al extranjero.
Según Barrera, antes los migrantes eran los mejores clientes de los joyeros. Pero desde que la recesión en Estados Unidos y España “los migrantes solo compran pequeñas joyas para regalar y que no cuestan mucho”.
El gerente de la joyería Aurum, José Galarza, asegura que la producción de joyas artesanales en oro está por desaparecer en Cuenca, que esa producción bajó en un 90% en lo que va del año y que se está replicando en el país.
Los resultados de este momento difícil que vive el sector de la joyería se refleja en el desempleo.
Según Barrera, existen miembros de su Asociación que dejaron el oficio de joyeros y que en la actualidad se dedican al taxismo y a otras actividades como guardias de seguridad.