Narcos usan pueblos fronterizos y puertos para enviar droga a EE.UU.

El miércoles, EL COMERCIO acompañó un patrullaje de soldados del Batallón de Infantería de Marina 11, por el brazo de mar de San Lorenzo. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO

El miércoles, EL COMERCIO acompañó un patrullaje de soldados del Batallón de Infantería de Marina 11, por el brazo de mar de San Lorenzo. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO

El miércoles, EL COMERCIO acompañó un patrullaje de soldados del Batallón de Infantería de Marina 11, por el brazo de mar de San Lorenzo. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO

Un extenso muelle militar de 450 metros conecta el Batallón de Infantería de Marina 11 con el brazo de mar. El sargento Luis Espinoza es parte del pelotón y da las primeras instrucciones.

“Llegamos a la casa flotante y luego avanzamos a Palma Real”, dice a los 21 soldados que están a bordo de tres lanchas militares, listas para zarpar desde San Lorenzo, el cantón de Esmeraldas que limita con Nariño, Colombia, en la frontera norte
Las embarcaciones, fabricadas con aluminio y fibra de vidrio, alcanzan velocidades de entre 100 y 120 kilómetros por hora y tardan 20 minutos en llegar a Palma Real, una zona ecuatoriana en donde se han detectado lanchas cargadas con bloques de cocaína con destino a México y EE.UU.


El miércoles, EL COMERCIO llegó hasta este sitio y acompañó a los infantes en el recorrido. Esa tarde hacía calor. El clima en este sector es húmedo y la temperatura supera los 25° C. Con sol o lluvia, los soldados siempre cargan un equipo de combate: fusil, municiones, cantimplora, casco y chalecos salvavidas.


Inteligencia militar revela que los narcos, vinculados con grupos irregulares armados de Colombia (GIAC) o bandas criminales (Bacrim), visitan los poblados en horas de la noche y encaletan la droga en casas y zonas clandestinas.
“Suelen pagar a la gente para que almacenen los cargamentos. Si no aceptan, les amenazan”, advierte un uniformado. 
Los soldados no descartan que entre los integrantes de los GIAC haya desertores de las FARC que no se acogieron al proceso de paz en Colombia.


Frente a Palma Real está Candelilla, una comunidad colombiana con fuerte presencia de mafias de la droga. En medio de esos dos poblados, sobre el agua, se levanta la casa flotante denominada Yahuarcocha, que pertenece a la Armada de Ecuador y que hace vigilancia las 24 horas. 
El miércoles, el sargento Espinoza recordaba que en Palma Real o Campanita, otro sector ecuatoriano, hallaron semisumergibles. Pero esa solo es una de las modalidades para movilizar droga.

Los narcotraficantes también emplean embarcaciones con doble fondo o arrojan la cocaína con dispositivos GPS, que luego es recogida en la noche. 
El capitán de fragata Ángel Pacheco comanda el Batallón de Infantería de Marina 11 de San Lorenzo (Bimlor) y el miércoles atendió a este Diario. El oficial admite que el tráfico de cocaína, combustibles, armas y explosivos son las principales amenazas en la zona.


Una de las rutas por donde ingresa la droga es San Lorenzo. Desde allí la mueven vía terrestre hasta la Costa (Manabí y Guayas) y la embarcan hacia EE.UU., desde los puertos. Estos datos corrobora el capitán.
Eso también lo sabe la Policía. Hace una semana, agentes antinarcóticos ejecutaron la operación Sol Naciente en esas dos provincias y capturaron a 
nueve sospechosos investigados por enviar cocaína desde puertos de Guayaquil y Manta.
En esa incursión, los investigadores hallaron USD 17 millones escondidos en caletas.


Inteligencia militar advierte que los narcos prefieren enviar la droga desde esas dos ciudades, debido a los controles más fuertes que hacen Ecuador y Colombia en la frontera norte.
A pesar de que la presencia de redes del narcotráfico en los territorios fronterizos es evidente, los habitantes evitan hablar de este fenómeno. “Aquí no se ha escuchado nada de eso”, repiten en San Lorenzo. 


En Valdez Limones ocurre lo mismo. Ese es otro poblado fronterizo situado a 60 minutos del Bim­lor. Ni siquiera los policías y funcionarios municipales mencionan el tema y dicen no conocer estos casos. 
Allí, como en todos los pueblos cercanos, los ingresos económicos vienen de la pesca y del comercio. La única forma de desplazarse desde estos sectores a San Lorenzo es por vía fluvial. Por eso, en el cantón los militares revisan que las lanchas que llegan de esos lugares o de Colombia no trasladen estupefacientes.


¿Por qué la gente no habla del tema? El temor es un razón, dice un militar. El año pasado, narcos arribaron a uno de estos poblados y advirtieron a los habitantes no salir ni mirar por las ventanas entre las 22:00 y las 00:00, según un agente de Inteligencia. En esas dos horas, descargaron la droga y la encaletaron. En otra ocasión -agrega- llegaron en una embarcación con plátano y lo regalaron a la población. Les pidieron que tomaran todo el verde que quisieran, pero que no cogieran los bultos que había debajo. 


El brazo de mar -que une el Pacífico con San Lorenzo y otros pueblos, entre ellos Palma Real, Valdez Limones, La Tola o Campanita- está rodeado por manglares que hacen difícil la vigilancia de todo el territorio. Eso lo admite el comandante Pacheco. Por eso, los principales decomisos que allí se dan son por los seguimientos que hace la Armada. 
A la unidad de Inteligencia que opera en el Batallón de San Lorenzo suelen llegar alertas anónimas de pobladores que están en contra del narcotráfico o de integrantes de las propias organizaciones. “Los delatan por malas reparticiones o por venganzas”, revelan.


El Bimlor opera con seis lanchas, pero son insuficientes para cubrir toda la zona. Requieren al menos de 24 para la vigilancia total. Incluso piden un dron para mayor rastreo. 
La Armada ya ha advertido de las falencias operativas. En julio pasado, Fernando Noboa, entonces jefe de esa Fuerza, lo destacó: “La inteligencia en estos espacios no está siendo efectiva y esto conlleva a no alcanzar resultados que como fuerza marítima quisiéramos”.

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