Nanegalito rescata su herencia cultural y activa su economía

En Nanegalito se busca que el turismo sea el motor económico de la zona

En Nanegalito se busca que el turismo sea el motor económico de la zona

Jóvenes de La Armenia dramatizan las costumbres de los yumbos. Fotos: Julio Estrella / EL COMERCIO

Lo especial que tiene el noroccidente no son sus bosques atravesados por ríos de agua cristalina ni las cascadas rodeadas por una espesa vegetación. Tampoco sobresale por los sitios para ver aves donde los colibríes están tan cerca que basta estirar la mano para que se posen sobre la palma.

El verdadero tesoro de esta zona es el empoderamiento de la comunidad, los jóvenes que le apuestan a la minga, y el apego a la tierra. Sin eso, Nanegalito sería un espacio paradisíaco más del noroccidente y no el actual semillero de emprendimientos.

La Armenia
es un poblado donde viven 80 familias en casas pequeñas situadas a lo largo del bosque húmedo, pero tiene una particularidad: cada vez se hace más pequeño. Los niños crecen y con el pretexto de estudiar y trabajar abandonan su terruño y echan raíces en la capital. Actualmente, los jóvenes de este lugar decidieron romper esta cadena.

A través de un emprendimiento que busca el rescate de las riquezas naturales y culturales del sector están creando empleos para los pobladores.

A Francia Fuentes no le tiembla la voz cuando habla del valor de su pueblo frente a más de 30 personas. Ella, de verbo fluido y empuje, es una de las líderes de un proyecto que se niega a darle la espalda a sus raíces. Junto con 15 jóvenes recuperaron los culuncos (caminos de los yumbos) y organizan recorridos turísticos.

Desde hace seis meses, los chicos han realizado mingas, construyeron puentes y abrieron chaquiñanes. Francia explica la importancia de los culuncos y lo que hacían los yumbos durante el recorrido.

Desde uno de los puntos del trayecto se logra ver algunas casas del pueblo. Evelyn Fuentes, otra de las emprendedoras, explica que allí la gente aún cosecha lo que consume. Vive junto a chancheras, y las familias tienen vacas, de donde obtienen la leche y el queso. Francia cuenta que la gente vive de la agricultura, pero la ganancia es casi nula, por eso hoy le apuestan al turismo para activar su economía.

Antes de ingresar a la parte más espesa del bosque, Francia pide que los visitantes cierren los ojos e imaginen que retroceden mil años hasta ubicarse en la época de los yumbos.

Los culuncos son caminosubicados bajo el nivel del suelo y cubiertos por vegetación, casi como túneles. “Así los yumbos podían ir de la Costa a la Sierra e intercambiar productos”.

A cada paso no falta una explicación de las costumbres de los pobladores antiguos.

Al llegar a la parte baja del sendero, una mujer yumbo se encuentra en la playa del río. Se escuchan gritos, silbidos, y otros yumbos entran en escena. Cargan canastos con frutas y verduras y hacen el intercambio de productos. Dos de ellos siguen el cauce del río y llegan a una cascada donde con cánticos especiales se sumergen en sus aguas.

Son jóvenes del sector que personifican a sus ancestros con un solo afán: que la gente conozca su riqueza cultural.

El trayecto no es complicado, pero hay partes del camino donde la tierra es inestable y el lodo hace que las personas se resbalen, por lo que hay que usar calzado especial.

Tras una hora y media de caminata se llega a otro emprendimiento: los trapiches de don Luchito. Allí se puede observar el mecanismo que hace 100 años se usaba para sacar el néctar de la caña. Se trata de un molino con un palo largo colocado horizontalmente que tras ser empujado provoca que la caña se triture y suelte sus jugos. Hacen licor y también miel de panela. El olor dulce envuelve el lugar.

Al finalizar el trayecto, el grupo de danza Tagua Guiri, también formado por jóvenes, hace su presentación y cierra la jornada con un almuerzo (fritada con mote y tostado).

Las chicas aún tienen en sus manos cicatrices de los duros trabajos que realizaron para abrir el sendero, pero aseguran que valió la pena.

Sebastián Almeida, especialista de investigación y desarrollo rural de Quito Turismo, explica que la entidad ayudó a identificar cuáles eran los culuncos hábiles para recibir turistas. Hicieron un estudio técnico de factibilidad y una evaluación preliminar.

Colocaron la señalética y capacitaron a los chicos para que puedan guiar a los turistas. En Nanegalito, Nanegal, Pacto y Gualea hay al menos 15 emprendimientos nuevos que el Municipio está apoyando.

A 10 minutos de allí está la Reserva Alambí, un emprendimiento de Fabián Luna y Brian Krohnke. Allí, el turista puede visitar cuatro cascadas. Es ideal para quienes desean avistar colibríes. Se puede observar más de 30 especies y ver el proceso de producción de café, desde la siembra, la recolección, el despulpado, el lavado y secado. Al final se degusta el café deCloud Coffee.

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