Redacción Siete Días
Primero vengo a contarles la historia de un guerrillero, desde que se pronunció hasta su fin tan postrero”, reza un extracto de un escrito dedicado a quien fue más que un personaje de la historia latinoamericana. Samuel Lozano, autor de estas líneas pertenecientes al ‘Corrido de la muerte de Emiliano Zapata’, no se equivocó al calificarlo como un guerrillero.Una revolución se recuerda junto al nombre de quien la lideró o participó en ella. Pero en Anenecuilco, estado de Morelos en México, el nombre de quien fue más conocido como “El caudillo del sur” aún se conmemora hasta hoy. A Emiliano Zapata Salazar no lo olvida ni su pueblo ni su país.
Su historia comenzó un 8 de agosto de 1897, día en el que nació en medio de una humilde familia, dedicada a la ganadería. Este entorno significó uno de los pilares para formar parte de la Revolución Mexicana.
En esta época, Anenecuilco fue un poblado donde abundaban los grandes hacendados que se adueñaron de extensas propiedades de tierra que les pertenecían a los campesinos. Desde joven, Zapata reconoció estas injusticias entre su gente y emprendió una campaña en su defensa y la de sus propiedades. Por esta razón fue nombrado Presidente de la Junta de Defensa de las tierras.
Por la pelea que Emiliano sostuvo por los terrenos que les eran arrebatados ilegalmente a su pueblo, fue calificado de bandolero. Se ganó al gobierno de Porfirio Lobo en su contra, por la ayuda que brindó para recuperar los latifundios; los mismos que devolvió a los campesinos.
“Tierra y libertad” era su frase, su firma y su emblema. Un ideal que no lo olvidó a pesar del tiempo que estuvo dentro del noveno regimiento militar de Cuernavaca, en el año de 1908.
En mil novecientos diez en armas se levantó, y al grito “¡Viva Madero! al gobierno combatió”. Dice Lozano sobre la tarea de Zapata, quien tardó poco en compaginar con quienes serían sus compañeros en la lucha del campesinado contra las leyes gobiernistas. Uno de ellos fue Francisco Indalecio Madero, un insurgente antiporfirista. Junto a él, su objetivo se consolidó con las armas y la batalla. Otro de sus compañeros fue Pancho Villa, quien se unió a su causa en 1914.
Zapata no cedió hasta ver devueltas las tierras a los indígenas, por lo que creó su propio programa de reforma agraria. A este se lo conoció como ‘El Plan de Ayala’, gracias al cual se logró redistribuir la tierra entre las personas que vivían en el campo.
Tras el asesinato del gobernante Francisco Madero y la toma del poder de Victoriano Huerta, la pelea de Zapata y los insurgentes continuó. El Caudillo se convirtió en uno los jefes revolucionarios más importantes de México. Consiguió que en 1915 se promulgue la Ley Agraria, pero cuatro años más tarde, un 10 de abril, fue asesinado en una hacienda de Chinameca, tras una emboscada.
Frases alusivas al trabajo y la tierra son con las que se lo recuerda, como: “La tierra es para quien la trabaja” o “Mejor morir de pie que toda una vida arrodillado”.