El Western andino de la política

En países de alma montañera e indios para matar y negros para esconder, el diálogo se entiende como imposición

La política es de machos y para machos. Y tenemos llaneros solitarios que están dispuestos a limpiar de enemigos las montañas andinas. Machos para gobernar y para ‘guerriar’.

Si lo vemos bien, el modelo político que inspira a nuestros gobernantes andinos es el western. Un hombre solo, valiente, arriesgado y con revólver decide imponer su ley en las montañas del caos. Y son muy machos, viven sin mujer alguna (o si la tienen no la dejan ver, ni hacer, ni nada), enamoran a las más bandidas, se rodean de cuatreros y su “palabra es la ley”. Es que son machos, muy machos.

Y por eso consideran que gobernar es derrotar enemigos. Solo derrotando se sienten lo bien. Y por eso Obama no es querido, ni se reconoce como hombre. Obama es negro y cree en los gays y además quiere salud para todos, y peor, no le quiere ganar a nadie; cree en el poder del discurso, de la palabra, del diálogo. Sabe que la paz no es imponer, ni derrotar sino reconocer valor del otro. Obama sí cree que se “hacen cosas con palabras”, como dicen Austin y Searle, filósofos gringos.

Pero en praderas y montañas de machos como Colombia, Ecuador, Venezuela, Bolivia y Perú; en países de alma montañera e indios para matar y negros para esconder y mujeres para seducir, el diálogo solo se entiende como imposición (ver: http://www.lasillavacia.com/elblogueo/rincon-magrini/4524/veces-la-prensa-nos-pone-pensar).

Solo así se puede entender que muchos colombianos como el periodista, político y escritor Mauricio Vargas se pregunten ante el Nobel de la Paz para Mr. Obama “¿Y ese a quién le ha ganado?” (ver: http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/mauriciovargas/y-ese-a-quien-le-ha-ganado_6329652-1). Para ellos, hay que ganar para obtener la paz; la paz es el resultado de una guerra, un asunto de machos.

Para ganar la paz no hay que derrotar al otro, hay que reconocer las verdades del otro y construir un nuevo proyecto con lo que se gana en el diálogo. ¿Y ese a quién le ha ganado? Le ha ganado a los guerreros porque ha creído en las palabras y la fuerza del diálogo; un cambio de discurso puede más que las armas. ¡Bueno, eso creemos aquí!

Pero, claro, no le hemos ganado a nadie.

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