Es engañoso el debate sobre el campo de batalla. Estéril discutir si las protestas y la represión se despliegan en los barrios de las clases altas mientras en las barriadas pobres – que son miles – la gente pasa de la protesta.
Pero los muertos, que ya son más de 37, no tienen pedigrí, si acaso lo tuvieron, y da igual si son escuálidos, chavistas o guardias bolivarianos.
La realidad es que hace más de un mes la represión es la táctica para tumbar las barricadas y reducir a la cárcel a los insurrectos. Los que no están de acuerdo con el orden a garrotazos y la falta de alimentos, que siempre legitima la protesta aun cuando la entente político-militar aluda a su discutida victoria electoral de hace un año.
Esta semana pasaron más cosas. Fueron a Caracas varios cancilleres de Unasur y ahora nombran una comisión que ojalá no sea inútil, al menos para frenar más muertes y garrotazos oficiales.
En esta semana volvió María Corina Machado. Su silencio en la OEA, forzado por la mordaza que le tejieron, hizo más potente su voz. Ahora la dirigencia del PSV enquistada en la Asamblea la expulsa, como si los lugartenientes del militar que simboliza el poder ‘civil’ tuviesen argumentos para justificar esa petición de juzgarla y encarcelarla por ‘traición a la patria’ y llevarla a prisión por 20 o 30 años.
María Corina Machado crece en su dignidad.
También crece en su dignidad desde la celda militar en el cuartel de Ramo Verde otro líder opositor: Leopoldo López. La fuerza del chavismo y su heredero no han silenciado su voz. New York Times, el periódico tal vez más influyente del mundo occidental, publicó su carta manuscrita.
Su exhortación a los políticos es dura: ‘Guardar silencio en estas circunstancias es ser cómplice de esta espiral de colapso del sistema político venezolano, por no hablar de la miseria que sufren millones de conciudadanos’.
El intento de callar a López, María Corina y a otros opositores es tarea imposible. Mientras, ellos crecen…