Resulta que la novela ‘Ursúa’, del colombiano William Ospina, que elogié en una columna anterior como una de mis predilectas lecturas recientes es la primera entrega de una trilogía de obras históricas. La segunda, ‘El país de la canela’, me gustó tanto o más que la primera y se la recomiendo particularmente a los ecuatorianos por narrar de nuevo la expedición amazónica de Orellana. Riquísima novela de aventuras, es compendio de los consabidos textos de cronistas como Gaspar de Carvajal y Cieza de León, entre varios otros, y continuación muy bien elaborada de narraciones historiográficas sobre la misma temática como la consagrada ‘Argonautas de la selva’, del guayaquileño Leopoldo Benítez Vinueza. Lo que define esta obra como original y atractiva para lectores contemporáneos, sin embargo, es que es una perfecta manifestación de lo que ha sido definido por críticos literarios como ficción ‘metahistoriográfica’.Es decir que en el proceso de tratar de recrear acontecimientos históricos, el texto se pone en tela de juicio a sí mismo, no solamente como versión verídica del pasado, sino también por intentar usar la escritura y el lenguaje en general para representar cualquier “realidad”. ‘El país de la canela’ es lectura siempre divertida y fascinante que cabe en lo mejor de la novela histórica latinoamericana al mismo tiempo que incorpora por excelencia lo que se puede definir como el contenido teórico más significativo de la ‘metaliteratura’ actual sin agobiar al lector con pretensiones intelectuales.
El estilo de narrar difiere algo de ‘Ursúa’ por ser menos barroco, pero vale igual por desplegar lo “maravilloso” de la época, tanto en el sentido de lo bello como de lo terrorífico. La tercera entrega de Ospina, ‘La serpiente sin ojos’, será sobre Lope de Vega -otro tema de la misma época ya bien documentado y tratado por la narrativa histórica como confirmación de que la “realidad” sobrepasa la ficción y de que la distancia entre los géneros no es tanta.