Después de dos meses de manifestaciones y represión oficial que sacó francotiradores a la calle, la crisis de Ucrania esta en un punto crucial, en medio de intereses geopolíticos evidentes.
Rusia advierte que la Unión Europea está tras las protestas, según el canciller Sergei Lavrov. Vladimir Putin fue duro en Bruselas reclamando a la Unión Europea que no interfiera en ese país.
Como telón de fondo está el acuerdo comercial que adelantaba Ucrania con la Unión Europea y la idea -imposición imperial de Rusia- de que Ucrania de un modo u otro le pertenece, o más precisamente, lo que en nuestro continente decían ‘el patio trasero’.
Ucrania fue parte de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, imagen y poder que para muchos dirigentes rusos de hoy no termina. Esta semana el primer ministro ucraniano dimitió. El Parlamento derogó las medidas represivas y busca limitar el poder del que ha abusado el presidente Víktor Yanukóvich. El poder concentrado es devastador.
La brutalidad se ensañó con Dimitri Bolótov (agitador, dírán), secuestrado por una semana, apareció con la cara desgarrada, intentaron cortarle la oreja y crucificarlo.