Solo muerte y dolor quedan en la emblemática plaza de Maidán, en Kiev, la capital de Ucrania que tras ochenta días de disturbios, manifestaciones y protestas tuvieron su clímax durante estos días.
Esta semana la factura fue alta, entre ochenta y cien muertos.
Por eso es que con la imagen de Víctor Yanokóvich agachando la cabeza al firmar un acuerdo para destrabar el nudo de la guerra civil se conjuran muchas cosas a la vez.
La explosión de aplausos se trocó en una cascada de llanto incontenible que soltaron esos hombros rudos, abrigados con gruesas chompas y plumones y con la cabeza cubierta de cascos multicolores, para intentar burlar la muerte que traían escondida las manos asesinas del Régimen.
El acuerdo de las tres fuerzas de la oposición polítics logró hace ceder al gobierno. Cesa la concentración de poder presidencia lista. Vuelve la Constitución de 2004, que estaba en vigor antes de aprobar ésta que ha dotado de poderes excesivos y, ya se sabe, ya sabemos, que el poder hiperconcentrado suele ser nefasto porque desata las pasiones autoritarias de políticos con alma de caudillos.
En ocho días volverá un gobierno combinado de presidencialismo y parlamentarismo. Mas equilibrio.
Pero en Ucrania están en juego otras piezas. Ese ajedrez político tiene en sus casillas blancas y negras a dos grandes estados del mapa mundo mundial. La Unión Europea, que busca un tratado de libre comercio. Rusia, que no deja de buscar su influencia heredada de una tradición zarista que pasó por la hegemonía soviética sobre Ucrania.
Ahora toca esperar la reacción de Vladimir Putin, será táctica y, probablemente cuando las luminarias y conquistas de los juegos de Invierno de Sochi se vayan difuminando.
Ucrania seguirá dando que hablar.