Seis ecuatorianos están entre las 13 víctimas mortales del accidente ferroviario de Castelldefels (cerca de Barcelona, noreste español), en la medianoche del miércoles pasado. Otros cinco resultaron heridos, según señaló anoche la Secretaría Nacional del Migrante (Senami).
Por la mañana, la Senami y el Ministerio de Relaciones Exteriores informaron que habían sido identificados cuatro compatriotas entre los fallecidos.
El representante de la Senami en España, Oscar Jara, dio a conocer en teleconferencia desde Madrid que se identificó a seis ecuatorianos entre 17 y 25 años.
A ellos se suman dos ciudadanos bolivianos y un colombiano.
Jara indicó que los heridos son atendidos en distintos hospitales de Cataluña. “Una mujer ha sido dada de alta, quedan cuatro con distinta gravedad, pero nos han confirmado que ninguno corre peligro”, precisó.
El gobierno ecuatoriano “lamentó profundamente” la muerte de los ecuatorianos y ofreció ayuda a los familiares de las víctimas para repatriar los cadáveres.
Por la tarde, el diario El Mundo de España, con base en datos de los forenses, informó que “los nombres de ocho de las víctimas ya han sido revelados, el de la novena nunca trascenderá por negativa de la familia, y las otras cuatro tendrán que pasar por las pruebas de ADN”.
Según testigos del accidente, del tren de cercanías descendieron unas 700 personas. El andén se abarrotó y el único paso habilitado para salir, un subterráneo, colapsó por la gran cantidad de gente. Ocho meses antes se había cerrado un paso elevado.
Al menos 30 personas cruzaron por las vías del tren sin percatarse de la proximidad de un Alaris de alta velocidad –circulaba a 139 km p/h- que los arrolló.
Kiny, un veinteañero ecuatoriano que presenció la tragedia, le contó a El País que no sabía que hubiera un paso subterráneo para evacuar y que este no estaba señalizado. Richard Olivo también lo cree. Su cuñada, Rosa Vivar Arboleda murió en el accidente, y sus hijas –las de Olivo-, le contaron que había tanta gente que era imposible divisar el paso subterráneo.
Mientras se realizaba la entrevista con Olivo aún no se había hecho pública la lista de víctimas, pero él ya sabía del destino de su cuñada. Sus hijas, el novio de una de ellas y dos amigas vieron cómo el tren la embestía.
Las hijas de Olivo resultaron heridas. Liseth, de18 años, está hospitalizada con cierta gravedad. Los médicos le salvaron una pierna que corría el riesgo de ser amputada, pero tiene el hígado y los pulmones muy afectados.
Su hija menor, de 16 años, está afectada psicológicamente. “Vio cuerpos destrozados, tenía restos de ellos en su cabello”, relata el padre. ‘Rosita’, como le llamaba Olivo, nació en Balzar (Guayas) y llevaba nueve años en España. Había acabado el bachillerato y estaba a punto de empezar sus estudios de contabilidad.
La Asociación Rumiñahui denunció que numerosos comentarios de xenófobos en los espacios de opinión habilitados en las web de los diarios de España hablan con desprecio de las víctimas por su origen latinoamericano.
‘Tercermundistas’. ‘ignorantes’, ‘limosneros’, ‘sudacas imprudentes’, son algunos de los insultos.