“Ha sido una guerra sin armas, pero, al fin y al cabo, una guerra”, comenta en los pasillos un diplomático chileno de dilatada carrera.
La frase resume el clima que se vive en el país cuando mañana, la Corte Internacional de Justicia de La Haya (CIJ) entregará su fallo sobre el litigio marítimo que enfrenta desde hace seis años a Chile y Perú por un triángulo de 38 000 km² en el Pacífico, frente a las costas de la ciudad chilena de Arica.
Sometidos a un trance histórico, ambos países viven con nerviosismo las horas previas al inapelable dictamen que el lunes dará a conocer el presidente del organismo, el eslovaco Peter Tomka, y que con toda seguridad condicionará el futuro de las relaciones bilaterales.
El presidente chileno, Sebastián Piñera, anunció el jueves 23 que esperará el fallo (será transmitido en directo por televisión en ambos países) junto con los principales miembros de su Gabinete en el Palacio de La Moneda.
Luego se reunirá con los presidentes del Senado y de la Cámara de Diputados, los miembros de las comisiones de Relaciones Exteriores de ambas cámaras y los titulares de los partidos políticos para analizar los pasos que se seguirán. “Chile va a cumplir, pero también va a exigir que se cumpla el fallo del tribunal de La Haya, lo cual significa que no conocemos ese fallo, pero probablemente va a establecer derechos y obligaciones para ambos países”, dijo Piñera.
Simultáneamente, en Lima, el presidente peruano Ollanta Humala, que también aguardará el dictamen junto a sus ministros en el Palacio Pizarro, ratificó que su país acatará y cumplirá lo que determine la CIJ.
“Ambos países, dando un ejemplo al mundo, llevamos las controversias dentro de lo que es el Derecho Internacional. Y ambos gobiernos han señalado claramente que vamos a cumplir ese fallo”, aseveró Humala.
La CIJ debe pronunciarse sobre la existencia o no de límites marítimos (la paralela argumentada por Chile, una diagonal planteada por Perú o una nueva delimitación arbitraria), y la fijación terrestre del punto de inicio de la frontera marítima (el hito 1 chileno o el punto de concordia 266 peruano), lo que podría entregar a Perú un pequeño, pero emblemático, territorio de menos de 4 hectáreas.
El tercer punto en discordia es un triángulo externo de casi 30 000 km² no reclamado más allá del mar territorial, que podría quedar bajo dominio peruano. Asimismo, hay múltiples intereses pesqueros en juego y un fuerte nerviosismo en los pescadores artesanales del norte de Chile, que han debido ser apaciguados con visitas del canciller chileno, Alfredo Moreno.
El juicio de la población es una señal de lo que se anticipa: a diferencia de Perú, donde la efervescencia por el fallo es transversal y hay optimismo, en Chile el ánimo no es de los mejores y el derrotismo está a la orden del día. “Va a ser un fallo doloroso si Chile pierde, pero no habrá un antes y un después del fallo. Para la economía chilena es más importante tener buenas relaciones con Perú porque hay miles de millones de dólares en inversión en ese país y nadie va a ver reacciones contra la comunidad peruana en Chile o quema de banderas”, explica el analista político chileno Patricio Navia.
Las cifras parecen darle la razón: el comercio bilateral entre ambos países ha alcanzado un récord desde 2011 a la fecha, con la incursión de los principales grupos económicos peruanos y chilenos del otro lado de la frontera.
Por estos días la especulación ha llegado a límites desconocidos ante una instancia imprevisible: acusaciones mutuas de sospechosos movimientos militares -incluido el zarpe de la Escuadra Naval chilena el jueves desde Valparaíso- y peregrinas denuncias de espionaje se mezclan con furibundas declaraciones de políticos de los dos países.
En contexto
Sea cual sea el fallo de la CIJ, no se espera que afecte a las relaciones entre ambos países, pese a que historiadores han visto el diferendo como el último resabio de la Guerra del Pacífico, que entre 1879 y 1883 enfrentó a Chile con Perú y Bolivia.