Nostalgia de un músico sensible

Tengo al Primer concierto para violín de Prokofiev entre mis obras predilectas. Más vehemente y ardoroso que el segundo, el primero es obra de juventud, de la etapa anterior al viaje de Prokofiev por EE.UU. y Europa.Significa también que está cerca del estallido de genio que refleja la Suite Escita . Por entonces, el músico defendía ardorosamente lo novedoso y audaz, representando así en música el futurismo artístico de la Rusia prerrevolucionaria. Cuando compuso este concierto acababa de atravesar un escándalo de proporciones, provocado por la audición, en San Petersburgo, en enero de 1916, de la Suite Escita , calificada de primitiva y pagana.

Pero la nueva obra debió esperar turno para su estreno, porque el estallido de la revolución arrasó con el proyecto y sólo cinco años después vio la luz en París. Entonces se supo que Prokofiev se mostraba en ella menos agresivo que en otros terrenos, al anteponer las cualidades de canto, de melodismo y de honda expresividad que descubría en las posibilidades del violín. Pero ¿a qué viene ahora este recuerdo de la obra?

Al margen de haberlo escuchado en otras atractivas versiones, la obra ha quedado para mí ligada al recuerdo de Fernando Hasaj, a quien acabamos de perder. No tuve una verdadera amistad con Fernando, pero durante años fuimos vecinos. Vivíamos en edificios contiguos, y si bien él no podía enterarse de mí, en cambio viví durante años sus larguísimas jornadas de estudio y de trabajo con sus alumnos. El violín no perdona muros ni ventanas.

No sé por qué recuerdo a Hasaj tan ligado al Primer concierto para violín de Prokofiev . Pero no importa. Vale para mí que lo identifico con aquel concierto, que exige especialísima capacidad técnica y una gran riqueza interior. Es que Hasaj, más allá de su excelencia profesional, era un gran ser humano, provisto de la discreción, reserva y prudencia que admiro en sus compatriotas, nuestros vecinos uruguayos.

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