Más de 800 reclutas celebraron con un desfile el fin de su formación militar en Charsadda, en el noroeste paquistaní. Los jóvenes esperaban las cortas vacaciones que estaban a punto de emprender antes de prestar servicio en la unidad paramilitar Frontier Constabulary.
Pero docenas de ellos no volverán nunca a sus casas. Murieron en un doble ataque con el que los talibanes pretenden vengar la muerte del líder de Al Qaeda, Osama bin Laden. Según los testigos y la policía, el ataque a los reclutas estaba especialmente calculado.
Los autobuses en los que los jóvenes iban a viajar se encontraban fuera del recinto. Y justo cuando estaban cargando sus equipajes una moto pasó junto a ellos. Uno de los atacantes se bajó, se escondió y esperó. El segundo se hizo volar por los aires ante los autobuses. “Yo estaba algo lejos cuando explotó la primera bomba”, relató un testigo al canal de televisión Duniya. “Un par de minutos más tarde, cuando los paramilitares y habitantes de las casas vecinas se acercaron al lugar, explotó una segunda bomba”.
El segundo atacante suicida se dinamitó en medio de la gente que acudió a ayudar a las víctimas de la primera explosión. “Había tanto humo que durante unos minutos reinó la oscuridad”. El atentado, que se cobró la vida de al menos 80 personas y provocó más de cien heridos, es el peor ocurrido en Pakistán en los últimos diez meses. El pasado julio un centenar de personas perdieron la vida cuando los insurgentes atacaron un encuentro de milicias fieles al gobierno en una región tribal de la frontera con Afganistán.
Desde entonces miles de personas murieron en atentados en el país, donde gobierno y Ejército no consiguen acabar con el terrorismo. Este viernes, no tuvieron que pasar más que algunas horas antes de que un portavoz del grupo Tehrik-i-Taliban (TTP) asumiera en conversación telefónica con los medios la autoría de la masacre. “Este atentado se llevó a cabo para vengar el martirio de Osama bin Laden y la crueldad de las fuerzas de seguridad paquistaníes en las zonas tribales”, afirmó el portavoz talibán Ihsanullah Ihsan.
Lo que el portavoz de los terroristas no mencionó es que muchos de esos jóvenes proceden precisamente de esas zonas tribales. Más allá de eso, Ihsan advirtió a los paquistaníes que no permitan que sus hijos se alisten en las fuerzas militares y paramilitares paquistaníes: “Estamos planeando más ataques contra ellas. Pronto van a ver ataques aún más grandes a las fuerzas de seguridad”. “Nuestras fuerzas de seguridad (paquistaníes) se han aliado con los estadounidenses”, agregó Ihsan para justificar los ataques.
Y sin embargo, las relaciones entre Islamabad y Washington se encuentran más dañadas que nunca desde que Estados Unidos lanzara la semana pasada un ataque para acabar con la vida de Osama bin Laden. La desconfianza es ahora grande entre los dos países.
Por parte de los estadounidenses desde que quedara claro que el terrorista vivió en Pakistán durante años. Y del lado de los paquistaníes después de que el gobierno norteamericano no les informara de sus intenciones. La oposición paquistaní pide por otro lado explicaciones respecto a estas dos cuestiones. Hoy mismo, la cúpula del Ejército se reunió a puerta cerrada para informar a los parlamentarios de todo lo relacionado con la estancia y muerte en Pakistán de Osama bin Laden.
Nadie esperaba que tras la muerte del líder de Al Qaeda el terrorismo cesase en el país centroasíatico. Pero el ataque de hoy pone en una situación aún más difícil al gobierno y el Ejército, pues es una muestra clara de su incompetencia para evitar este tipo de actos terroristas.