Un oficio religioso se celebró ayer en Castelldefels (noreste de España) en memoria de los 12 fallecidos en el accidente de tren de hace una semana, cuando un grupo de jóvenes, mayoritariamente latinoamericanos fue arrollado por un tren de alta velocidad.
A la misa, oficiada por el obispo de Sant Feliú de Llobregat, Agustí Cortés, asistieron autoridades locales, el cónsul de Ecuador, Freddy Arellano, y algunos familiares de dos de las víctimas que vivían en las proximidades.
Familiares de una de las víctimas vestían una camiseta con la foto estampada de su deudo. Ellos entraron al templo después de que lo hiciera el Cónsul.
En el exterior del templo, numerosos residentes de Castelldefels, escenario de la tragedia, siguieron el oficio religioso escuchando los altoparlantes, sumando entre el interior y el exterior unas 400 personas.El rector de la iglesia de Castelldefels, Francesc Salas, inició la homilía dejando claro “que no se trataba de un homenaje ni de una reivindicación”, sino de una “iniciativa popular, de los feligreses de esta iglesia que querían dar su último adiós y homenaje a los fallecidos”. El obispo Cortés -que celebró la misa con otros 10 prelados- se refirió a los sentimientos de “impotencia” y de “frustración” ante estos hechos.
El funeral de las víctimas se hará una vez que los restos sean entregados a sus familiares, confirmó Arellano. Los restos de los siete jóvenes ecuatorianos fallecidos en el accidente serán repatriados a Ecuador. Empero, no hay fecha para la entrega de los cuerpos.
El juez que sigue el caso aún no los ha liberado a la espera de que se compruebe el ADN de cada uno de los restos para poder reagruparlos.
Esta tarea de reconstrucción puede durar semanas y ni el juez ni la consejera de Justicia, Montserrat Tura, han adelantado una fecha.
El costo de la repatriación de cada cuerpo costará entre USD 5 000 y 6 000, que cubrirá en su totalidad el Estado ecuatoriano, al igual que las gestiones.
“No queremos que las familias tengan que estar pendientes de los trámites, cuando están pasando por una situación tan dolorosa”, dijo a este Diario Óscar Jara, representante de la Senami en Madrid.
Además, la Senami entregará a cada familia un billete de avión de ida y vuelta. “Entendemos la necesidad obvia de que un familiar se movilice con los cuerpos”, señaló Jara.
Richard Olivo, que perdió a su cuñada Rosa Arboleda, de 19 años, dijo que con esta ayuda le será más fácil acceder a un billete para la otra hermana de la víctima. “Queremos que vayan al menos las dos hermanas de Rosita y se despidan de ella”.
Punto de vista
Gabriela Paz y Miño
Ex corresponsal en Madrid
¿Cómo hemos llegado tan lejos?
“Volved a la selva, simios”. La frase martilla mi memoria, como lo hace la imagen de ese joven –gorra ladeada, enorme sonrisa- que mira a la cámara y abraza a un Sancho Panza de yeso. Quizás, me digo, posaba para la foto que, según una crónica, se tomó en Toledo para su abuela que vive en Guayaquil. Se llamaba Danny Cedeño. Era uno de esos miles de jóvenes reagrupados por sus padres, emigrantes ecuatorianos que tras años de esfuerzo logran juntar de nuevo a sus familias en España.
“Volved a la selva, simios”. Miro la foto y leo que Danny esperó años para poder viajar y que su abuela se hizo cargo de él y de sus hermanos. Danny Cedeño Caina, 25 años; Diego Chamorro, 24; Geanella Luna Correa, 17 años; Rosa Vivar Arboleda, 19 años; Claudio Mejía Aguas, 24 años, Franklin Chóez, 21 y Eduardo Silva García, 18 años. Los nombres conforman la lista de las siete víctimas ecuatorianas identificadas tras el accidente ocurrido en Castelldefels (Barcelona), el 23 de junio.
Esa noche un tren de alta velocidad arrolló a un grupo de personas que decidió cruzar por las vías. Lo hicieron para evitar a la multitud que atestaba el paso subterráneo y así llegar más rápido a la playa para celebrar, con un concierto latino, la fiesta de San Juan, una de las más importantes de Cataluña. Siete seres humanos que perdieron la vida y a los que el anónimo forista de un periódico llama “simios”, tras pedir a los “incivilizados” que vuelvan a la “selva” (pensar que era un foro moderado, para evitar las opiniones ofensivas). ¿Cuál es el argumento para tanta crueldad? Que estos jóvenes –como lo hace mucha gente, de cualquier nacionalidad, frecuentemente, en el país ibérico cometieron una mortal imprudencia.
Les costó la vida, pero aún se investiga si hubo otros factores que empujaron a esos jóvenes y a decenas de personas más a tomar esa decisión. Mientras tanto, sus familias soportan que un desalmado los insulte. Y que otro, suspicaz, diga que sacarán “la mayor tajada de esto”. Y que un tercero sugiera que se cobre a los parientes de las víctimas por los desperfectos del tren, “pues los impuestos ya no dan para tanto”. Danny está muerto.
Lo llora su abuela, a quien imagino sosteniendo en sus manos esa foto que lo muestra tan joven, tan feliz, tan confiado. Ahora alguien se burla de su suerte y añade un “ja-ja-ja-ja”, a su infeliz comentario. No es el único: otros foristas opinan de manera similar, con más o menos corrección política. La pregunta -mi pregunta- es: ¿cómo hemos podido llegar tan lejos?