Plácido Domingo ha cantado con mariachis vestido de charro. Y Juan Pablo II siempre era homenajeado con serenatas en sus visitas a México. Hay mariachis en restaurantes de París, Buenos Aires o Madrid, en las cantinas y plazas de México, en los actos políticos, las bodas, los funerales, las misas católicas y las peleas de boxeo.
Ahora, la Unesco acaba de declarar este arte Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Los grupos de mariachi, que surgieron a mediados del siglo XVII en las comunidades rurales del noroeste de México, fueron evolucionando hasta convertirse a partir de 1930 en un símbolo de la cultura mexicana, inmortalizado en el cine de Jorge Negrete y Pedro Infante.
En el centro histórico de Ciudad de México, la Plaza Garibaldi es el foro por excelencia de los músicos de mariachi, que también ofrecen sus servicios en el directorio telefónico, las páginas de Internet o través de cuentas de Facebook y Twitter. Óscar García es uno de ellos. Tiene 39 años y hace ocho decidió cambiar su profesión de chofer de autobús urbano por la guitarra y la vihuela, otro instrumento de cuerda. Su tío materno era mariachi y él heredó de la familia el gusto por la música.
Antes de hacerse profesional, iba a cantar a las estaciones de radio como aficionado. Vive cerca de la Plaza Garibaldi, pero no sale a “maromear”, como le llaman al que va a la plaza a esperar clientes, sino que su grupo trabaja contratado previamente. García es el representante y uno de los integrantes del Mariachi Perla Mexicana, formado regularmente por siete músicos que cantan con guitarra, vihuela, guitarrón, dos trompetas y dos violines.
“Nos contratan para serenatas, bautizos, fiestas patronales en pueblitos y hasta en funerales. Sacamos al difuntito del hogar con el cortejo o estamos en el entierro. Entre semana para nosotros de día es puro funeral y en las noches serenata”, relató. Una serenata generalmente dura una hora. Es lo que aguantan los vecinos antes de empezar a quejarse: unas 14 a 18 canciones para enamorar, reconquistar el amor perdido o festejar un aniversario de bodas.
“Los novios le llevan serenata a sus novias, pero también las novias se las llevan ellos”, afirmó García. Lo que más les piden los Romeos y Julietas contemporáneos son la “Serenata Huasteca”, “Gema”, “Tres regalos” y boleros. Para los funerales, el repertorio incluye temas como “Cuando dos almas” y “Dios nunca muere”. Si los grupos son buenos, dice García, hay trabajo suficiente para vivir de la música. “Yo no necesito otro trabajo, gracias a dios. Trabajamos tres a cuatro horas diario o algunas semanas dos o tres días”.
El Mariachi Perla Mexicana cobra 2.000 pesos (unos 140 dólares) por hora, mientras que los que ofrecen sus servicios en cantinas, restaurantes o en la Plaza Garibaldi suelen cobrar por canción: entre 70 y 120 pesos por pieza (cinco a 8,5 dólares). Según el expediente que México presentó ante la Unesco, “la vida comunitaria está en el centro del fenómeno de la música de mariachi”.
No se sabe con exactitud de dónde deriva el nombre: algunos dicen que de la palabra francesa “mariage” (boda) y que se empezó a usar durante la intervención francesa del siglo XIX. Pero al parecer la palabra existía desde antes y tiene raíces nativas. Los músicos van siempre ataviados con los grandes sombreros y trajes de charro e interpretan géneros variados.
Pueden ser rancheras, sones, boleros, cumbia. “La tradición sigue vigente cuando uno la mantiene vigente haciendo buena música. Muchos dan mala imagen porque no saben cantar o sólo saben unas pocas canciones”, afirmó García. El cantante español Joaquín Sabina es uno de los fans de este tipo de conjuntos, según dijo el año pasado al iniciar una gira: “Vengo a México a alimentarme, a respirar el aire contaminado, tomar tequila y por lo menos una noche de reventón con mariachis”.