Con el estruendo llegó el silencio. También la muerte. La bala tuvo un efecto inmediato. El cuerpo de Rubén Villanueva Medina, de 47 años, se desplomó sobre el pasillo del camión de pasajeros.Un disparo canceló su viaje el 15 de mayo del 2009. La mano que accionó el gatillo tenía 24 años. Al asesino de Rubén -recuerdan testigos- lo acompañaban seis u ocho jóvenes más; el menor tenía 12 años, según la Policía. Al menos dos de ellos llevaban una pistola en sus manos.
En pocos días se cumplirá un año del asesinato de Rubén, quien trabajaba en la Secretaría de Transporte y Vialidad del Distrito Federal.
Su esposa Leticia González recuerda cómo una bala le cambió la vida: “No solo mataron a mi esposo, sino a toda una familia. Desde ese día, todos estamos muy mal. No hay paz en la casa. Todos mis hijos andan por su lado, algo que no sucedía antes”.
Rubén y su familia son una muestra de las miles de víctimas que está dejando la violencia en México y que coloca al país entre las 15 naciones con más homicidios por armas de fuego, según la Red Internacional de Acción contra las Armas Ligeras (Iansa).
Según un reportaje publicado el viernes por el diario El Universal de México sobre la narcoviolencia en ese país, hay otras cifras que ayudan a dar una dimensión de la violencia armada: en 2009, la Cruz Roja atendió a 15 519 personas por heridas de bala.
Datos del propio gobierno federal señalan que del 2006 a la fecha, 22 000 personas han muerto por la “guerra contra el narcotráfico”. Y el Instituto Ciudadano de Estudios sobre la Inseguridad (Icesi) reporta que del 2000 al 2007 hubo 41 765 homicidios por arma de fuego.
El Universal refiere que la violencia armada no solo termina con historias como la de Rubén; también cambia el rumbo de familias completas. Por ejemplo, sus hijos dejaron la escuela; tres estudiaban la preparatoria. Ahora luchan contra la depresión y tratan de sortear las dificultades económicas.
La venta ilegal de armas
La pistola que mató a Rubén es una de las 15 millones de armas ilegales que circulan en México, de acuerdo con estimaciones de organizaciones civiles.
En el centro de Ciudad de México se venden ilegalmente armas cortas y largas de todo calibre al por mayor y menor. “Cada 15 días o cada mes llegan pedidos fuertes, desde 20 a 60 armas. Mi gente se encarga de llevarlas a donde nos las piden”, declaró, sin revelar su identidad, uno de los vendedores del barrio de Tepito. También vende a carteles de la delincuencia organizada armas como 380, R-15 y AK-47.
Señala que se venden armas al menudeo y que hasta se alquilan junto con motocicletas a los delincuentes. “Con unos 3 000 pesos (USD 214) se puede conseguir un arma ‘quemada’ (usada)”.
En México, la Red por los Derechos de la Infancia busca combatir la violencia. En lo que va de 2010, ha contabilizado la muerte de más de 90 niños y adolescentes a manos de organizaciones criminales o del propio Ejército.
“Se calcula que este año ha muerto, en promedio, un niño por día como consecuencia de hechos violentos”, destaca el balance del 30 de abril.
En Ciudad Juárez, la más violenta de América Latina, las calles desiertas y las casas deshabitadas -se calcula que hay 100 000-, dan cuenta de la derrota de una sociedad que en casi dos décadas pasó del horror a la indignación.
La noche, que alguna vez fue viva en el centro, impone una suerte de toque de queda voluntario.
Pocos se animan a caminar por las aceras, aun de día, y la mayoría piensan dos veces antes de contestar llamadas de teléfonos desconocidos. Un tercio de las tiendas están cerradas.
Verito tiene siete años. En diciembre, sus maestros fueron obligados a entregar sus aguinaldos al crimen organizado para que los alumnos no fueran lastimados.
“Dicen que amenazaron a la directora con ponerle bombas en la escuela, y por eso cancelaron las clases”, cuenta la niña.
Ella sabe que en su ciudad hay gente que secuestra y mata a los más jóvenes. Y que “todos” los adultos pagan “la cuota” a la mafia. “La cuota es dinero”, describe.