Merkel, pieza clave en la mediación entre Putin y Occidente

La canciller alemana, Angela Merkel, en su alocución en la Academia de las Artes en Berlín, en la ceremonia del foro: 'Un nuevo modelo para Europa'. 1 de marzo de 2014. Foto:  BRITTA PEDERSEN /DPA/AFP

La canciller alemana, Angela Merkel, en su alocución en la Academia de las Artes en Berlín, en la ceremonia del foro: 'Un nuevo modelo para Europa'. 1 de marzo de 2014. Foto: BRITTA PEDERSEN /DPA/AFP

 El mundo contiene la respiración observando la escalada de tensión entre Moscú y Kiev, pero una de las claves que podría ayudar a evitar un conflicto de consecuencias imprevisibles se encuentra en otra capital: Berlín.

La canciller Angela Merkel canaliza cada vez más el diálogo entre Occidente y Moscú y viene manteniendo un contacto directo regular con todos las partes: habló con el depuesto presidente ucraniano Viktor Yanukóvich y con sus opositores, con el jefe del Kremlin, Vladimir Putin, y con el presidente estadounidense, Barack Obama.

El protagonismo de la líder cristianodemócrata (CDU) se apoya en factores diversos, comenzando por los geopolíticos: Alemania no solo es la primera potencia europea, sino también el país que junto con Polonia marca la política de la Unión Europea (UE) hacia el este.

Berlín parte además de la base de que el consenso con Moscú es ineludible y ofrece a Putin un diálogo de igual a igual, más abierto que el tono duro y amenazante de Washington.

"Merkel y su ministro de Exteriores, Frank-Walter Steinmeier, coinciden en que sin los rusos no habrá estabilidad en Ucrania", formuló el semanario "Der Spiegel".

Steinmeier es conocido por sus buenas relaciones con Rusia. Una semana antes de mediar entre Yanukóvich y la oposición en Kiev, viajó a Moscú y coincidió con su par ruso, Serguei Lavrov, en alertar contra una intervención extranjera.

"Debemos alejarnos de la idea de que Ucrania forma parte de un juego de ajedrez geopolítico", sostuvo. La mezcla de palabras claras con apertura al diálogo quedó patente también este domingo, cuando Merkel acusó por teléfono a Putin de "violar el derecho internacional con una intervención inaceptable en Crimea", pero al mismo tiempo le propuso la mediación de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE).

El plan integrador de Merkel choca con la decisión de los países del G7 de boicotear los preparativos para la cumbre del G8 en el balneario ruso de Sochi. La canciller intentó al parecer evitar ese paso y Steinmeier se mostró "escéptico" sobre sus resultados.

Además de los factores geopolíticos y económicos, los analistas coinciden en apuntar otra razón decisiva para el protagonismo de Merkel como canal de comunicación entre Occidente y Moscú: su relación personal con Putin, tan áspera como directa.

La canciller creció en la Alemania comunista (RDA) y destacó ya desde la escuela con su manejo del ruso. Putin, a la inversa, pasó cinco años en Dresde y habla alemán fluido.

La caída del Muro de Berlín fue un trauma para uno y una liberación para la otra, pero también, de algún modo, un experiencia vital compartida. "Por eso no sorprende que el vínculo personal entre ambos tenga una influencia enorme en las relaciones ruso-germanas", explica Stefan Kornelius, autor de un libro sobre la política exterior de Merkel.

Merkel tiene de algún modo una personalidad opuesta a la del jefe de Kremlin, al que considera inestable y rudo. "Vive en otro mundo", dijo a Obama este domingo, según'"The New York Times'.

Nada que ver con la amistad de Putin con Gerhard Schröder, antecesor de Merkel y barajado en algún momento como posible mediador en la crisis. Pero Merkel es ante todo una política pragmática y nunca tuvo problemas en defender los intereses de Moscú cuando lo consideró útil.

En 2008 bloqueó los intentos de Estados Unidos de encaminar precisamente el ingreso de Georgia y Ucrania en la OTAN, porque los consideraba países demasiado inestables.

Putin aprendió con los años a respetar esa vocación mediadora Merkel y su discurso concreto sin visiones grandilocuentes. La relación entre ambos es la de "un viejo matrimonio en el que cada uno conoce los trucos y manías del otro", describe Kornelius.

Entre las pocas manías de Merkel está el pánico que siente por los perros desde que uno la mordió en 1995. Putin lo sabía cuando la recibió en el balneario de Sochi en 2007 e hizo entrar a su inmenso labrador negro "Koni" en la sala donde esperaba la canciller.

La histórica foto de Merkel con las piernas a un lado y la boca fruncida mirando con temor al perro ante el gesto complacido y pícaro de Putin (http://dpaq.de/HEP2X) simboliza ese diálogo al mismo tiempo abierto y desconfiado que estos días podría ser clave para desactivar un conflicto que tiene en vilo al mundo.

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