Santiago Estrella Garcés
Corresponsal en Buenos Aires
Con el ADN de Martin Luther King Jr, Martin Luther King III, viaja por el mundo difundiendo el mensaje de su padre. De paso por Buenos Aires para obtener un reconocimiento por su trabajo por los DD.HH. en el Centro King para el cambio social no violento, dialogó con EL COMERCIO. King ratifica el sueño de vivir en un mundo sin racismo y en el que todos seamos como hermanos.
Se entregan tantos premios por los DD.HH. en el mundo. ¿No le queda la sensación de que falta demasiado por hacer?
Traen consigo el reconocimiento de que aún hay muchas luchas frente a la violación de los DD.HH. Me siento honrado de llevar mi voz a cualquier lado que vaya, pero abrigo más la esperanza de que algún día no tengamos que hablar de personas maltratadas.
¿Es posible?
Es muy posible. Creo que vivimos en un mundo mejor que el de antes. Por eso siempre trato de mirar el futuro más allá de mi propia vida porque tenemos que crear un planeta mejor para todos nuestros hijos.
¿Cómo sería ese trabajo?
Tenemos que darnos cuenta que cuando el derecho de alguien es violado, quiere decir que hay alguien que debe pedir perdón. Si somos capaces de tratar a mi hermano y mi hermana como me gustaría ser tratado a mí, entonces nos estaremos acercando a donde debemos llegar.
¿No es eso muy optimista?
Personalmente creo que es muy realista. Es cierto que vivimos en un mundo que promueve el pesimismo, la división y la violencia. Pero los seres humanos también se cansan de eso. Siempre digo que si mi padre y su equipo hubieran pensado así, jamás habrían logrado nada. Siempre hay quienes dicen que no se puede cambiar, lograr una educación más equitativa, o que nunca un negro hubiera llegado a la presidencia de EE.UU.
¿Se ha aprendido de su padre?
El legado de mi padre ilumina alrededor del mundo: el perdón. Creo que en mi país no hemos aprendido de su mensaje. No es suficiente que haya un día feriado en su honor.
¿Qué recuerdos tiene de él?
Yo tenía 9 años cuando lo mataron. Tuve la oportunidad de viajar con él muchas veces. Cuantitativamente no tuvo mucho tiempo con nosotros, pero cualitativamente ese tiempo fue lo más notable. Frecuentemente jugábamos en el patio de la casa y nos llevaba con mis hermanos a nadar y a hacer ejercicios. Lo vimos en trabajo y en casa. Durante las comidas, se tocaba mucho el tema y los domingos por la mañana, antes de ir a predicar en la iglesia, hablaba con nosotros sobre lo que iba a decir.
¿Y de ese tiempo tan doloroso de segregación?
Recuerdo que no podíamos ir a un parque de diversiones en Atlanta. Pasábamos por allí todas las semanas cuando lo dejábamos en el aeropuerto. Queríamos ir, pero él nos decía que “los negros no podemos pero papá está trabajando duro para que llegue el día en que eso termine”. No recuerdo exactamente cuándo fue, pero lo que sí sé es que cuando llegó ese día me había olvidado que antes nos estaba vedado. Fue uno de los días más increíbles de nuestras vidas.
¿Cree que lograron los objetivos fundamentales?
No. De hecho la elección del presidente Barack Obama todavía impacta en el racismo. Muchos de los ataques hacia él son por esa razón. Todavía tenemos obstáculos.
¿Qué recuerda de ese 4 de abril de 1968, cuando asesinaron a su padre?
Fue uno de los días más difíciles de mi vida. Yo me desperté sabiendo que mi padre estaba en Memphis (Tennessee) y por la tarde lo habían asesinado. Mi vida quedó destrozada. Afortunadamente tuve una madre fuerte que levantó la casa basándose en lo espiritual, en el amor a nosotros, a la comunidad y a Dios.
¿Cómo fueron esos días?
El mundo se convulsionó y llegaban de todas partes a nuestra casa. Richard Nixon, Robert Kennedy, Aretha Franklin, Sammy Davis Jr., Wilt Chamberlain, Harry Belafonte. ¡Hasta Charlton Heston! Eso es muy interesante porque él era una persona extremadamente conservadora. Pero ese fue el mensaje de Martin Luther King Jr.: que todas las personas se unieran alrededor de la nación y del mundo.