Los besos son un cúmulo de emociones que nos hacen volar y nos erizan la piel. Las pupilas se dilatan, el pensamiento racional se reduce -muchas veces se anula-, el corazón se acelera. El beso estimula el deseo, que se hace amigo de la ternura y de la pasión; se saborea, se huele, se toca, se escucha, se siente.
Cerramos los ojos con el fin de intensificar las sensaciones, de concentrarnos en ellas en cuerpo y alma, sin que nada nos aparte o prive del placer. Los besos nos llevan a otra dimensión, nos introducen en el olvido de uno mismo, con la suavidad del aleteo de una mariposa. Se siente su ausencia y se padece su carencia.
Besar equivale, a veces, a una galaxia de promesas. Aunque quizá unos segundos, unos 30 minutos o unos 15 días después, cada sensación se la haya llevado el viento.