Durante décadas, miles de abusos sexuales cometidos por curas irlandeses fueron silenciados. La Iglesia, la Policía, los profesores y los padres guardaron silencio. ¿Por qué?Hasta los años noventa “era sencillamente imposible desafiar a la Iglesia”, dijo Kevin Lalor, psicólogo y director de la Escuela de Ciencias Sociales en el Instituto Tecnológico de Dublín.La Iglesia irlandesa se había ganado el aura a comienzos del siglo XX al convertirse en una “fuerza antibritánica antes de la independencia” en 1921. Salió del trance con “un estatus agrandado en exceso”. “Más que en ningún otro país, la Iglesia era un brazo del Estado”, recuerda Lalor.La mayoría de colegios y de hospitales estaban en manos de la jerarquía católica, que siempre tenía algo que decir, incluso sobre la composición del Gobierno. El poder del clero también se palpaba en el plano moral. “El cura era el símbolo mismo de la moralidad y de la castidad y era muy respetado. A la víctima no la habrían creído la comunidad, sus amigos y su familia”, indica Sue Donnelly, socióloga de la University College Dublín.En 1990 un diario regional publica un artículo sobre actos pederastas de un sacerdote en la Diócesis de Ferns, lo que dio pie a una investigación. “La gente no se lo creyó. Se congregó delante de las oficinas del diario. Quemó ejemplares y boicoteó a los anunciantes”, recuerda Donnelly. El niño víctima veía un dedo acusador apuntando contra él, incluso por parte de sus padres. Era un período en el que “la madre decía ‘seguro que te lo has merecido’ a un niño que se quejaba de que le había castigado el profesor”, recuerda Lalor.