Mientras el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner trata de evitar una inflación desbocada, los argentinos se enfrentan a una escalada de precios que supone un duro golpe a sus bolsillos y que les ha sorprendido en plenas vacaciones estivales.
El desplome del peso, con una caída superior al 22% en un mes, ha impactado en los precios pese a los esfuerzos del Gobierno por cerrar acuerdos con los empresarios para evitar las subidas y a sus insistentes llamamientos para contar con la colaboración ciudadana a la hora de denunciar los abusos.
Pese a que el Gobierno vigila el cumplimiento del programa “Precios cuidados”, que incluye cerca de dos centenares de productos de primera necesidad, el efecto más acusado se registra en la canasta básica y en electrodomésticos, aunque los consumidores ya denunciaron subidas de hasta el 50% en el material escolar en vísperas del inicio del nuevo curso.
En un país reconocido en todo el mundo por su carne, un kilo de ojo de bife, uno de los cortes más sabrosos, llega a los 129,99 pesos (16 dólares al cambio oficial), mientras que uno de milanesas de pescado congeladas alcanza los 108 pesos (unos 14 dólares) y la pechuga de pollo se vende a 69,79 (8,7 dólares) el kilo.
Acompañar el plato con verduras puede no ser tan buena idea en un país con un salario medio inferior a los 7 000 pesos al mes (unos 875 dólares) considerando que el kilo de judías verdes no baja de los 35 pesos (4,3 dólares) y los pimientos se venden a 29,99 pesos (3,75 dólares). Preparar una ensalada se está convirtiendo también en un lujo con precios que van desde 10 pesos (1,25 dólares) por dos aguacates, a los 11 pesos (1,3 dólares) de un kilo de tomates y 22,99 pesos (2,87 dólares) de un lechuga.
Con estos precios, hacer la compra para argentinos como Gabriela, una anciana de 71 años con una jubilación de 2 000 pesos (250 dólares), se ha convertido en una pesadilla.
“Hace 2 años que me jubilé y he vuelto a trabajar porque no puedo pagar ni siquiera los gastos básicos. Cuido de otros ancianos, les doy la comida y si hace falta los baño”, relata Gabriela, que se queja de que “los precios han subido el doble en unos días, es imposible comprar”. Matilde, cajera en un supermercado de una conocida cadena, reconoce que los precios se han disparado y teme que la escalada no pare: “Algunas cosas han subido un 20, otras 30 y 40%, no para”.
Alejandro, un policía de la provincia de Buenos Aires que completa sus ingresos como taxista, espera que el Gobierno consiga frenar la escalada de precios pero no es optimista.
“Como policía con años de experiencia gano 7 800 pesos (unos 975 dólares) y tengo que completar con el taxi. Ni me planteo conseguir dólares, pero me afecta que los precios se disparen y está subiendo todo”.
Para el Gobierno, las subidas indiscriminadas responden a actitudes “conspirativas” como las de la multinacional Shell, que el lunes aumentó sus tarifas en un 12% en lo que muchos analistas ven como el principio de nuevos incrementos generalizados.
El salario mínimo en Argentina es de 3 600 pesos (450 dólares) mensuales, que, con la fuerte devaluación del peso en enero, ha dejado de ser, medido en dólares, el más alto de Latinoamérica, que ahora ha conseguido Venezuela, con 518 dólares. Según los cuestionados datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos, una familia tipo necesita un ingreso mínimo mensual de 1 783,63 pesos (USD 223) para no caer por debajo de la línea de pobreza y de 787,28 pesos (98,4 dólares) para no ser considerada indigente.
Ayer se registraron disturbios y detenidos en la ciudad de Córdoba luego que los concejales aprobaran un aumento del boleto urbano de transporte público. El jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, atribuyó la subida en el precio de la carne a maniobras de “especulación” por parte de los productores y calificó a economistas críticos con el Gobierno de ser “agentes encubiertos” al servicio de intereses privados.
Ayer, el Gobierno anunció que investiga un posible fraude de USD 10 000 millones realizado por empresas exportadoras que operan en el país.