No hace mucho tiempo la policía de Indonesia detuvo a un joven de 24 años que había abusado presuntamente de 80 menores. Según las autoridades, una de las víctimas, un pequeño de 11 años, murió en febrero a consecuencia de la agresión.
El caso hizo correr como la pólvora el debate del abuso de menores en el mayor país musulmán del mundo. No mucho antes, en enero, también se había reportado que los empleados de un servicio de limpieza de la renombrada Jakarta International School habían abusado de al menos un niño.
El caso estuvo en todos los titulares del país y desató fuertes discusiones sobre la falta de protección del menor. “En Indonesia la violencia contra los niños, los abusos sexuales, han llegado a un límite”, lamenta el director de la Comisión Nacional por la Protección de la Infancia, Arist Merdeka Sirait. La ONG, comenta, registró el año pasado casi 3 000 casos de violencia contra menores.
Más del 40 por ciento era por abuso sexual, algo que Sirait describe como “la punta del iceberg”. “La cifra real es mucho mayor, pero nuestro gobierno no presta gran atención a este problema, por lo cual tampoco tenemos cifras actualizadas”, denuncia.
En relación con el caso de la escuela de la capital, la policía ha detenido a seis sospechosos. Uno de ellos se suicidó en prisión. Según fuentes policiales, las investigaciones siguen en curso, ya que podrían haberse registrado más casos en la misma institución.
A eso se sumó el mes pasado una alerta del FBI: un maestro estadounidense que había trabajado en esa misma escuela hasta 2002 fue buscado en diversos países por abuso de menores. Según la fuente, el maestro se suicidó en abril en Estados Unidos, después de que el FBI se incautara de una memoria portátil en la que almacenaba material pedófilo.
“La única posible luz en este terrible asunto es que todo esto genere conciencia sobre la necesidad de trabajar por la protección del menor”, dice Timothy Carr, director de escuela. “No sólo es un asunto de la escuela, sino algo que afecta a familias, empresas y a todo el mundo”.
La isla de Bali, en Indonesia, fue durante mucho tiempo conocida como sitio visitado por extranjeros pedófilos, que hacían elocuentes promesas a los locales mientras las autoridades isleñas parecían hacer la vista a un lado.
Sirait dice que en la última década al menos 17 extranjeros fueron detenidos y encarcelados por abuso, una cifra que considera poco representativa en relación con los casos que debieran haber sido perseguidos. En Indonesia la pena máxima por abuso sexual es de 15 años, pero los recientes escándalos han hecho surgir reclamos de más. “Indonesia es visto como un sitio de refugio de la pedofilia”, critica Sirait. “Teniendo eso en cuenta, 15 años no es suficiente”.