La India, la mayor democracia del mundo, celebra elecciones generales a partir del próximo lunes 7 de abril con un electorado que exige cambios en un país que en los últimos años ha visto desinflarse el “milagro indio” y espera más de sus líderes.
El hinduista Narendra Modi, candidato del principal partido de la oposición, el Bharatiya Janata Party (BJP), es el favorito según los sondeos para regir el destino de los 1 210 millones de indios y que el país recupere el dinamismo que lo convirtió en potencia emergente.
Lejos de la euforia que vivió la India en la primera década del siglo XXI, el gigante asiático experimenta cierto pesimismo con la ralentización de la economía, la falta de puestos de trabajo, los escándalos de corrupción y una aparente falta de liderazgo.
Ciudadanos y analistas culpan de esa “interrupción” del buen paso del país asiático al Partido del Congreso, de la dinastía Nehru-Gandhi, que tras 10 años en el poder llega muy desgastado a los comicios.
El jefe de campaña del Congreso, Rahul Gandhi, no seguirá en esta ocasión según las encuestas los pasos de su bisabuelo, abuela y padre, quienes fueron primeros ministros del país asiático. A sus 43 años, el delfín de la dinastía que ha gobernado la India la mayor parte de su historia tras la independencia del país en 1947 no convence a los electores debido a una imagen de inexperiencia, un mensaje confuso y falta de carisma.
Frente al dinástico Rahul se erige Modi, de 63 años, quien procede de una familia humilde, trabajó como vendedor de té cuando era niño, transmite fortaleza, tiene experiencia y conecta con las masas. Su labor al frente del estado de Gujarat en los últimos 12 años le ha granjeado una reputación de buen gestor, fuerte carácter y pro negocios, lo que le ha valido el apoyo de las grandes fortunas y empresarios del país.
Su mantra político es el desarrollo económico, un eslogan que cala en un país que ha pasado de crecer en torno al 8 % en la última década a menos de un 5 % en el último ejercicio fiscal, el menor ritmo en 10 años.
Sin embargo, las minorías religiosas temen a un líder a quien se acusa de haber tolerado la matanza de un millar de musulmanes que perpetraron radicales hindúes en 2002 en Gujarat.
Diferentes investigaciones judiciales absolvieron a Modi. Entre Rahul y Modi se encuentra Arvind Kejriwal, al frente del Partido del Hombre Común, que obtuvo unos sorprendentes buenos resultados en su debut electoral en diciembre en los comicios municipales de Nueva Delhi, ciudad que gobernó durante 49 días. En esos comicios el Congreso experimentó una humillante derrota y perdió la capital tras 15 años gobernándola.
Los buenos resultados de Kejriwal, con un mensaje anticorrupción, representaron para los analistas el cansancio del electorado con los partidos históricos y la búsqueda de un cambio. No es probable que Kejriwal repita el éxito de Nueva Delhi, pero el número de escaños que consiga determinará en parte el juego de alianzas para formar el Ejecutivo tras conocerse los resultados. Como cada elección india, este es el mayor ejercicio democrático del mundo con 814 millones de votantes, unos 100 millones de ellos nuevos electores.
Esta nueva generación de votantes nació tras la liberalización económica de 1991, creció en una India emergente con centros comerciales, por lo que sus preocupaciones difieren de las de sus padres, algo que juega en favor del BJP, según los analistas.