Con expresión seria, una niña deposita un ramo de rosas sobre una barricada en el centro de Kiev, antes de refugiarse en los brazos de su madre: “hemos venido aquí en familia, para enseñar a nuestros hijos el precio de la libertad”, explica Valentina.
La Plaza de la Independencia (Maidán) de Kiev, sigue abarrotada, pero el público presente el domingo 23 de febrero, va más allá de los habituales manifestantes hostiles al destituido presidente Viktor Yanukovich. Se observa a gente de todas las edades, que acudieron al que fue el centro neurálgico de las protestas para honrar a sus muertos con velas y flores.
“Prohibido olvidar”, proclama una pancarta. Al menos 82 personas murieron entre el martes y el jueves en Kiev, cuando la policía abrió fuego con municiones reales. El sábado, el parlamento destituyó al presidente Yanukovich, cuyo paradero por el momento se desconoce, y la oposición se apoderó de las principales instituciones del país.
“Los edificios en llamas, sangre derramada… no queremos volver a ser testigos de algo semejante en nuestra vida. Vamos a luchar por ello” , añade Valentina. Detrás de ella, la Casa de los Sindicatos, ex sede general de los manifestantes, se levanta con su inmensa silueta calcinada, después de haber sido parcialmente incendiada durante los choques entre policías y opositores.
Miles de opositores ocupan la plaza Maidán desde hace tres meses, con carpas alrededor de un podio y barricadas para proteger el acceso.
Terminar con la corrupción
Una multitud camina también a lo largo de la calle Institutska, en donde murieron la mayoría de manifestantes el jueves por la mañana, cuando escalaron las barricadas para romper un cordón de policías, que en respuesta abrió fuego con balas reales.
Frente a un árbol cuyas ramas están adornadas con rosarios blancos, un padre y su hijo toman una foto a un poste metálico, perforado por una media docena de impactos de bala.
“Venimos a rendir homenaje al batallón del cielo, a esos combatientes cuyas almas se han ido. Estas muertes deben tener un sentido, provocar un verdadero cambio. No queremos sólo nuevos dirigentes en el parlamento y en el gobierno, queremos terminar con la corrupción y el régimen policial”, explica Filip Samoilenko, de 18 años.
Las manifestaciones en Ucrania, que iniciaron en respuesta a la súbita decisión del presidente de suspender las negociaciones de asociación con la Unión Europea, se fueron convirtiendo en una protesta generalizada contra el gobierno, considerado violento y corrupto.
La madre de Filip hubiese preferido que su hijo se quedara a salvo en casa, pero cuando el jueves estalló la balacera, el joven prefirió ayudar a su padre a quitar los adoquines de la plaza para suministrar proyectiles a los manifestantes, que protegían las barricadas frente a los policías.
“Vi a un hombre joven, con la mano arrancada y el rostro con tantos impactos de bala que se podían ver sus huesos. Jamás podré olvidar esa imagen”, cuenta su padre Andriï.
En la pequeña colina que domina la calle, velas de todos los colores formar la inscripción: “Honor a los héroes”. Casi como un eco, hombres lanzan regularmente el eslogan más popular entre los manifestantes: “Gloria a Ucrania, gloria a los héroes”.