¿Ven? Si yo fuera mamá, estaría vestida y alborotada desde las 06:00”, bromea Toty Rodríguez al abrir la puerta. Está vestida, por supuesto. Y parece algo alborotada por la presencia de extraños, a las 08:30 de un martes, en su departamento.La actriz, de edad desconocida (no la revela jamás), se ve muy bien, pero asegura que “para una sesión de fotos hay que ponerse hasta perfume”. Así que mientras busca el collar preciso y el polvo que matice cualquier brillo, se da modos para moler café y para mostrar dos álbumes de fotos de su juventud. “Preciosa”, coincide el fotógrafo. Preciosa. Por algo fue Miss Ecuador. Por algo se la comparó con Sofía Loren.
Las imágenes cautivan: ella en París, con un vestido plisado, al que retoca una gran rosa de tela; ella, con mirada nostálgica mirando a la lente de algún fotógrafo extasiado; ella, sola, exultante, envuelta en pieles y plumas, posando en actitud sensual…
¿Alguna vez soñó con ser mamá?
No. Desde chica tuve ganas de conocer el mundo. Los horizontes de mi país, de mi familia eran bellos, pero yo quería más. Tenía enamorados, pero cuando comenzaban a hablarme de matrimonio, me entraba tal angustia, que se me acababa el amor. No quería estar clavada entre las cuatro paredes de una casa.
Suena como Mafalda frente a Susanita’
¡Ay, Dios mío, Susanita! Ella sí que era una pequeño-burguesa. Con decirte que yo hasta monja quise ser, pero casarme y tener hijos, no.
¡¿Monja?!
Es que yo estudié en colegio religioso’
¿Eso no hubiese sido encerrarse más?
Sí, pero sola (risas).
Usted pudo ser la protagonista de ‘Novia Fugitiva’, huyendo cada vez que tenía un pie en el altar’
Yo no he llegado al noviazgo ni al velo, pero sí huía. De jovencita, como madrina de la selección de básquet fui a Chile y aunque tenía que quedarme solo ocho días, estuve cuatro meses. Después, cuando trabajaba como azafata, fui a México. Viví una de aventuras’ Ahí lo de monja quedó completamente a un lado. Y lo del matrimonio, ni se diga.
Descartado’
Así fue. Luego me propusieron ser candidata a Miss Ecuador. Yo no quería por mis complejos y mi puritanismo. Pero acepté cuando me dijeron que existía la posibilidad de ir a Londres. Gané y fui. Fue el principio de una cadena de viajes y de países que conocí, sobre todo Francia, donde viví siete años. El concurso fue un trampolín para una vida diferente.
¿Usted es una de esas ‘no mamás’ militantes?
No, yo nunca trato de convencer a la gente de nada. Cuando me piden una opinión, digo que la base de toda relación humana, particularmente la de pareja y la de madre-hijo, es el amor. Con mi opción de vida, he sido feliz. No necesito ser mamá para verter mi capacidad de amar. Tengo una cantidad de ‘sobrinos’ de todas las edades. Lo único que ha cambiado es que antes me decían: “usted era compañera de mi mamá” y ahora me dicen: “usted es amiga de mi abuelita” (risas).
Hay quién le dirá que tener sobrinos no es lo mismo que tener un hijo propio’
Puede ser, pero yo tengo la parte más linda de ellos: sus sonrisas, sus abrazos’ y no tengo la responsabilidad (risas).
¿Y nunca le hizo tic-tac el reloj biológico?
No. Cuando regresé de Francia, todavía estaba en edad de concebir y los médicos me dijeron que tenía algún problema fisiológico. Esto no impedía, pero sí dificultaba que yo fuera madre. Decidí no tratarme. Un día en Santo Domingo, una niña de unos 5 años, tsáchila, se aferró a mis piernas y pensé: esto puede ser una señal. Regresé a Quito, decidida a adoptarla. Consulté a un abogado amigo y él me hizo cambiar de opinión. Me dijo: “Tú has vivido la vida que has querido vivir, sola. No tienes idea de lo que es cuidar un hijo”. Todos los días me llamaba y me decía: “¿Ya desististe?”.
¿Con los años, se lo agradece o se lo reprocha?
Se lo agradezco. Yo estaba soltera en ese momento, es decir sin compañero, y tener que afrontar eso hubiese sido muy duro.
¿Cómo pudo sortear la presión social?
Me salvé porque me fui a Europa en la época en que era “casable”. Segundo, mi papá fue fundador del Partido Socialista y tenía la mente muy amplia. Y mi mamá fue muy comprensiva. Cuando regresé de Europa, yo decía: los que me aceptan como soy y me quieren, bien. Los que no, no son mis amigos. Así de simple.
¿Sabía que hay un movimiento que se llama Mujeres Libres de Hijos?
No.
Bueno, una de sus portavoces escribió un libro que se llama ‘40 razones para no tener hijos’. Sostiene que la maternidad está idealizada. ¿Lo comparte?
Creo que todavía muy poca gente se atreve a cuestionar temas que se refieran a la maternidad. Muchas veces el matrimonio está sentado sobre bases incluso económicas. Hay gente que se casa por un embarazo y al año se divorcia, porque no había amor de por medio. Hay abandonos de niños. Todo esto da una pauta de la hipocresía de la sociedad en estos aspectos.
¿Es la sombra del concepto de maternidad?
Forma parte de los tabúes que hacen que se idealicen muchas cosas…
Las mujeres de este movimiento dicen que tras la maternidad llega un largo invierno sexual. O que criar hijos es “la guerra”. ¿Algo de esto tuvo que ver con su opción de no tener hijos?
No. Era más mi afán de libertad, de conocer el mundo. Porque yo sí tengo capacidad de entrega y de sacrificio.
Una familia, un carro, una hipoteca, un perro: se diría que son los elementos de la vida ‘oficial’. Usted no tuvo hijos, pero ¿tuvo algo de lo demás?
No, yo no me quise acomodar en lo que es el ‘establecimiento’. Claro que tener más dinero me ayudaría, como a cualquiera (risas). Tengo un carrito de muchísimos años, al que no he podido cambiar. Un departamento. Un perro no, porque es más complicado que tener un hijo: son fieles, les puedes dar cariño, pero no son racionales. Hay gente en Europa que no tiene hijos, pero tiene siete gatos. ¡Por favor! Si puedes cuidar siete gatos, mejor adopta un niño.
¿Jamás sintió que le faltaba algo por no ser mamá?
Sinceramente, no. He visto cómo gozan y sufren las mamás, solas o acompañadas. Pero cuando crecen, los hijos se van. Y si tienes suerte, te siguen viendo. Si no, las mamás se quedan con una tristeza enorme.
El nido vacío’
Sí. Y también por condicionamientos de la sociedad, las madres no se quejan. Dicen que están conformes, pero yo creo que eso es mentira. Muchas de ellas han sido abandonadas por sus maridos que se casan con mujeres más jóvenes. Están solas obligadamente. En cambio, mi soledad es mi opción.
¿Qué tal lleva usted eso de ser ‘la eterna tía’ en un día como hoy?
Ah, yo feliz. Me encanta saludar a las mamás, felicitarlas, abrazarlas. No siento nostalgia. Hay mucho de comercio y exageración.