Emigrantes ecuatorianos en España vuelven a su país para “vivir mejor”

Patricia, Fabián y sus hijos avanzan lentamente en una cola de facturación del aeropuerto de Madrid con diez maletas y un perro, pertenencias reunidas en años de emigración con las que ahora regresan a Ecuador huyendo de la crisis en España, donde vivir “ya es imposible”, dicen.

“Yo me quedé sin trabajo, mi marido está sin trabajo desde hace dos años y, con dos niños, la situación es muy difícil, por eso decidimos irnos”, explica Patricia Herrera, de 30 años.

“Nos vamos muy tristes”, reconoce. “A mí me da mucha pena irme y a mi hijo, sobre todo, porque él se ha criado aquí”, agrega mientras la pequeña Desiré, de dos años, corretea a su alrededor.

Alexis, de 15 años, ayuda a sus padres con las maletas y no logra ocultar su decepción. “Yo lo entiendo pero no me quiero ir”, dice este muchacho que apenas conoce Ecuador.

“Mi sitio es España, es que llevo aquí toda la vida”, afirma. “Ayer estuve con mis amigos, estuvieron llorando porque me venía y en las redes sociales hay muchos comentarios de 'te echaremos de menos'”, dice mientras retiene la emoción. “Se pasa mal, la verdad”, agrega.

Fabián Córdoba, de 32 años, llegó a España hace 13 y encontró trabajo de pintor en un país en pleno auge inmobiliario.

“Había aquí muchísimo trabajo, había trabajo para todo el mundo, sobraba, en lugar de las ocho horas diarias que hay que trabajar por ley se trabajaban 14 y si querías, más”, recuerda mientras avanza hacia el mostrador del vuelo Madrid-Quito.

“Se ganaba mucho dinero y se estaba de maravilla”, explica. Un año después llegó su esposa y dos años más tarde Alexis acompañado de su abuela.

Pero en 2008 estalló la burbuja inmobiliaria y aquella España de vacas gordas vio dispararse el desempleo. Ahora alcanza ya el 24,44% pero ronda el 35% entre la población inmigrante.

“Si para los españoles ha ido mal para nosotros todavía más”, se lamenta Patricia, que nunca hubiese podido imaginar una crisis como esta en Europa.

Recuerda que sus primeros años fueron prósperos. “Lo que hicimos mal fue comprar el piso, ahí comenzaron los problemas”, dice.

Con un sueldo de pintor y otro de empleada doméstica obtuvieron un crédito para comprar un apartamento en Torrejón de Ardoz, en las afueras de Madrid, por 224 000 euros.

Con un interés variable, “empezamos pagando 800 euros al mes y acabamos pagando 1 500”, explica. “El sueldo de los dos se iba totalmente”.

Cuando Fabián se quedó sin trabajo dejaron de pagar y el banco confiscó la casa. Ya habían pagado unos 80 000 euros, calculan.

Afortunadamente, dicen, no se van de España huyendo de los acreedores, porque negociaron con el banco saldar la deuda con la entrega de la vivienda.

Ahora tendrán que volver a empezar de cero en Alamor, la pequeña localidad de Loja donde serán acogidos por los padres de Fabián, reconocen mientras se preparan para meter a Roger, su Shar Pei de ocho meses, en una caja de transporte para perros.

“Nos vamos sin saber qué vamos a hacer”, admite Patricia.

“Pero viendo la situación que hay ahora en España, aquí ya es imposible vivir”, agrega Fabián, convencido de que en Ecuador “se va a vivir mejor”. “Tengo muchos amigos que se han regresado y están mucho mejor que aquí”, agrega.

Tras vivir un auge de inmigración que hizo pasar el número de extranjeros de 500 000 en 1996 a cinco millones en 2006, España vio como caían las llegadas con la crisis.

Según datos del Instituto Nacional de Estadística, en 2009 los inmigrantes aumentaron un 7,1% y un 0,4% en 2010. El año pasado el país registró por primera vez un saldo migratorio negativo, con 40 447 extranjeros menos.

Por nacionalidades, el mayor descenso lo registraron los ecuatorianos, cuyo número cayó un 15,1%, pasando de 360.710 en 2010 a 306.380 en 2011. La comunidad colombiana se redujo 10,4%, la argentina 10,2%, la peruana un 8,1%, la boliviana 7,2%.

“Tenemos una lista importante de gente que está muy desesperada, que quiere volver a su país porque aquí ha perdido todo”, explica Vladimir Paspuel, presidente de la ONG Rumiñahui.

Esta asociación ayudó a Fabián y Patricia a obtener una ayuda de “retorno voluntario” gracias a la cual el gobierno español les pagó los billetes de avión y un cheque de 1 800 euros.

Tras haber ayudado a 36 familias este año, Rumiñahui, entre la decena de ONG que gestionan el retorno voluntario en España, agotó los fondos y está a la espera de un nuevo programa gubernamental que temen se retrase con la austeridad.

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