Aunque la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) no tienen el mismo poderío de hace ocho años, todavía es uno de los focos centrales de violencia que el gobernante que será elegido hoy buscará controlar en los siguientes cuatro años de gestión.
Si bien por más de 40 años han fallado las distintas fórmulas ensayadas para que los grupos insurgentes dejaran las armas y se incorporen a la vida política, esta vez luce más factible una solución negociada con la guerrilla más antigua del mundo.
Paradójicamente, la mano dura que el gobierno de Álvaro Uribe ha aplicado durante ocho años ha terminado por convertirse en unos de los factores que en Colombia hacen pensar que es posible una salida negociada con el grupo insurgente.
Entre otras razones, porque los golpes militares que ha recibido la guerrilla en estos años la han dejado sin la fuerza que ostentaba una década atrás, que le permitía tomarse hasta cuarteles de Policía en los departamentos selváticos como Guaviare.
Por lo tanto, la opción del diálogo aparece cada vez más cerca para un Secretariado de las FARC que luce acosado por la Fuerza Pública y sin capacidad de reacción ante hechos como el rescate militar de esta semana a cuatro rehenes militares que estuvieron cautivos cerca de 12 años.
“Como van las cosas y si las Fuerzas Militares siguen en su dinámica contra las FARC, la guerrilla va a perder vigencia y terminará por adherirse a un diálogo político”.
Esa es la lectura de John Marulanda, coronel (r) y consultor en temas de defensa, quien cree que la presión militar sobre el mando de la guerrilla será clave para empujarla a ese proceso.
Una prueba de ese debilitamiento se registró la semana anterior, cuando los guerrilleros que cuidaban a tres de los uniformados en su poder con más alto rango ni siquiera pudieron responder al operativo de rescate que montó el Ejército colombiano.
Los candidatos Juan Manuel Santos (Partido de la Unidad Nacional) y Antanas Mockus (Partido Verde) están conscientes de esa realidad de las FARC.
Por ello, durante la campaña han dejado en claro que continuarán con la mano dura del saliente presidente Uribe frente a los rebeldes, sin cerrar la puerta a una negociación.
De los dos finalistas, Santos, en su condición de ex ministro de Defensa, es quien parece tener una radiografía más clara de la guerrilla. El heredero del ‘uribismo’, quien lidera la intención de voto en todas las encuestas, es enfático en decir que profundizará la lucha contra los actos terroristas de las FARC, pero con la posibilidad de emprender un diálogo de paz y su desmovilización.
“Ni el presidente Uribe ni yo hemos cerrado definitivamente la puerta del diálogo, ni hemos tirado la llave al mar. Si hay una voluntad real, si muestran que esa voluntad existe, yo estaría en disposición de sentarme a dialogar”.
Esa es la postura de Santos, quien al frente del Ministerio de Defensa ejecutó dos de los más duros golpes asestados en los últimos años a la guerrilla: el bombardeo en Angostura (Ecuador) al campamento de Raúl Reyes -el 1 de marzo del 2008- y la liberación de la ex presidencial Íngrid Betancourt.
La primera incursión significó la ruptura de relaciones entre Ecuador y Colombia.
Una posición similar es la del candidato ‘verde’ Mockus, quien también ha ofrecido seguir la línea de acción de Uribe, que obligue a las FARC a replegarse y aceptar que el camino de las armas no es viable en Colombia.
Sin embargo, para concretar la posibilidad del diálogo, ambos candidatos han dejado en claro que esta vez será el Gobierno el que pondrá las condiciones, situación diferente al 2000, cuando la guerrilla ‘tizó la cancha’ con el despeje de municipios.
¿Cuáles son las condiciones? Los dos posibles mandatarios han anunciado que la insurgencia deberá renunciar a ataques y liberar a todos los secuestrados en su poder, 19 de los cuales tienen el cartel de ‘canjeables’.
“El posible diálogo va a depender de si las FARC aceptan o no las condiciones”, afirma Alfredo Rangel, director de la Fundación Seguridad y Democracia.
No obstante, advierte que si bien el debilitamiento de la guerrilla es casi irreversible, aún tardará un tiempo hasta que llegue su total desmoronamiento, pues el financiamiento del narcotráfico aún le permite sobrevivir en las selvas colombianas.
De hecho, esta semana, el Secretariado del grupo guerrillero dejó en claro que no está dispuesto a soltar a los secuestrados, como lo exigen los dos finalistas.
“La oligarquía mafiosa responde con argucias y trampas premeditadas, haciéndole el quite irresponsablemente a una figura universalmente reconocida, como es el intercambio de prisioneros”, dijo la guerrilla de las FARC.