Gonzalo Vargas Llosa
El hijo del escritor peruano Mario Vargas Llosa, que trabaja en Acnur, reflexiona sobre la difícil situación de las víctimas de guerras y desastres naturales.
¿Qué significa trabajar con refugiados?
Es un trabajo fascinante, extraordinario, desafiante, pero a la vez muy duro, sobre todo desde el punto de vista personal. Es una vida llena de inestabilidad y eso tiene un impacto, pero hay mucho más de positivo.
¿Luego de sus visitas, cómo ve los trabajos de reconstrucción de Haití? La tragedia ha sido realmente de proporciones extraordinarias. Más de 250 000 muertos, más de 200 000 heridos. En estos últimos tres meses ha habido una expresión de solidaridad impresionante de la comunidad internacional, incluyendo Ecuador. La situación en Puerto Príncipe es todavía sumamente difícil. Hay más de un millón y medio de personas viviendo en campos de desplazados, en condiciones paupérrimas. Cuando uno recorre comunidades muy alejadas se da cuenta que el impacto ha ido mucho más allá de la capital.
¿Cómo enfrentar una situación de esta magnitud?
Yo creo que va a tomar mucha solidaridad y generosidad y va a tomar paciencia por el nivel de destrucción impresionante. El gran desafío y gran oportunidad es dejar al país mejor de lo que estaba el 12 de enero y eso va a requerir no solo contribución, sino mucha paciencia y trabajo. Este terremoto ha permitido que el mundo vuelva los ojos a un país pobre y olvidado. Haití ha estado muy abandonado por la comunidad internacional.
¿Cómo prepararse en nuestros países en materia de prevención?
El incremento de desastres por fenómenos naturales está relacionado con la degradación del medioambiente y una de sus consecuencias es el desplazamiento humano. Entonces la respuesta en términos de prevención debe tomar en cuenta estos aspectos.
¿Qué puede hacer la institucionalidad de un país para tomar experiencias del pasado y evitar que se repitan las malas experiencias?
Eso es sumamente importante y es lo que hemos tratado de hacer en las últimas semanas aquí. Obviamente nos hemos enfocado mucho en la respuesta inmediata, pero también elaborando un plan de contingencia.
¿Cómo ha enfrentado estas experiencias de vivir en situaciones de guerra?
Probablemente una de las situaciones más difíciles, tristes y chocantes de las que he sido testigo es la guerra en Yugoslavia desde 1991 hasta 1994. Lo que se vivió en esos años fue una verdadera barbarie entre tres etnias y familias. Yo creo que los culpables fueron los políticos que utilizaron las tensiones históricas para agravarlas. Otra experiencia es la que tuve en Darfur. Ahí me di cuenta que la verdadera causa de esa guerra tan brutal se reduce a la competencia. Se lucha por los escasos recursos naturales que quedan y por la sobrevivencia.
¿Cómo ve el tema de desplazados producto del conflicto en Colombia?
Aquí me gustaría mencionar la solidaridad tanto de Ecuador como de Venezuela. Realmente la actitud del Estado y la sociedad ecuatoriana es un ejemplo que deberían seguir no solo países de la región, sino de Europa donde a menudo vemos posiciones políticas mucho menos generosas. Ecuador que, a pesar de no tener los recursos ni la infraestructura, ha sido increíblemente abierto a la hora de recibir y atender a la población colombiana.
¿Cuánto influye en su trabajo el ser hijo del afamado escritor peruano Mario Vargas Llosa?
Yo creo que el que mejor ha reaccionado ha sido mi padre que es un aventurero y soñador. Le permite a él también vivir otras situaciones, otras aventuras. Él ha ido a casi todos los lugares donde he trabajado y ha escrito algo. La que menos bien lo ha tomado es mi madre, que se preocupa mucho por su hijo.
¿Cómo se asimila el tema de la fama en su familia?
En mi familia ya no hay mucho espacio para otro escritor y periodista. Creo que si me habría dedicado a eso sería mucho más difícil ser hijo de Mario Vargas Llosa por las razones obvias. Dedicarme a una cosa totalmente distinta ha sido favorable y positivo.
¿Cuánto ha aportado la literatura a su visión de los derechos humanos?
Mi padre, aparte de ser escritor y novelista, sabe que está comprometido con la realidad, con la situación política, social y evidentemente también con la democracia, los DD.HH., mucho más allá de sus diferencias específicas.