En Caracas aprendió a mezclar cemento, a levantar muros y a fundir losas. El ecuatoriano Sergio Quimís, de 35 años, se convirtió en un experimentado albañil de constructoras privadas.
Llegó hace 10 años porque la crisis financiera en Ecuador lo empujó al desempleo. Quimís era artesano; hacía figuras de cerámica: “Gastaba 50 dólares en materia prima, pero no ganaba ni para cubrir la inversión”.
Atraído por el espejismo de una economía sólida, emigró a Venezuela. En el 2000, ese país registraba una tasa de crecimiento del 3,7%, según el Banco Central venezolano. La tasa en Ecuador en agosto, cuando Quimís dejó el país, era del 1,7%.
En los bajos del edificio de Cristal. El Ecuatoriano Sergio Quimís emigró a Venezuela hace 10 años, en busca de una plaza de trabajo.
En Venezuela, se dejó crecer el bigote: negro y abultado, al igual que su cabello. Su rostro de pómulos prominentes, ojos almendrados y nariz chata no lo delata como extranjero. Es manabita, de Montecristi.
Según el Consulado en Caracas, en ese país hay 200 000 ecuatorianos. Migración de Ecuador registró, en lo que va del año, la salida de 8 869 ecuatorianos a Venezuela.
Quimís lleva zapatos blancos deportivos, jean y camiseta, lo aconsejable para caminar por las calles de esa urbe, donde la temperatura promedio es de 27° centígrados. Vive en las faldas del cerro Ávila, en el norte de Caracas, el más representativo de la cadena de elevaciones montañosas que rodea a la ciudad.
En los otros cerros hay dos tipos de casas. De cemento con acabados, como la que vive Quimís, y otras (la mayoría) levantadas con ladrillo, tablas y zinc. Allí, las rejas que cubren las ventanas sirven como tendederos de ropa.
Las calles, de piedra o tierra, son de difícil acceso, se bifurcan en un laberinto empinado. No hay buses de transporte público y el servicio lo suplen jeeps 4×4 blancos. El pasaje cuesta 2 bolívares fuertes (47 centavos de dólar). “Parece poco dinero, pero a veces ni eso se tiene”, dice Julia Díaz, ama de casa.
El salario básico de un trabajador es de 1 223 bolívares fuertes (284 dólares). El monto rige desde mayo, cuando el Gobierno de Hugo Chávez (presidente desde 1998) ordenó un alza del 15%. Según el Instituto Nacional de Estadística, con ese salario se cubre el 52,9% de la canasta básica.
Pero Quimís admite que “en Caracas la mayoría de cosas son caras; hasta tres ó cuatro veces más que en Ecuador”. Un almuerzo vale 35 bolívares fuertes (8,1 dólares). Por eso el emigrante prefiere cocinar.
En la casa de una simpatizante del Gobierno. Sandra Guevara se benefició de un crédito para remodelar su vivienda.
El único producto barato es la gasolina, por los subsidios y por la producción de crudo que en mayo fue de 2,7 millones de barriles diarios, según la Agencia Internacional de Energía. Ecuador produce 472 000 barriles.
El tanque de un auto pequeño se llena con 2 bolívares fuertes. En el 2008 se impulsó una reconversión de la moneda y para diferenciarla de la antigua (bolívar) se la llamó bolívar fuerte (Bsf). Desde enero pasado el dólar se devaluó de 2,15 a 4,30 Bsf. El objetivo -se dijo- era estabilizar la economía. Pero en el 2009 la economía decreció. Registró un -3,3%, con relación al 2008.
El caos vehicular
El taxista William Áreas asegura que el bajo costo de la gasolina motivó la compra de autos marca Chevrolet, Ford, Toyota (los más vendidos). Según la Cámara de Fabricantes Venezolanos de Productos Automotores, en Caracas hay un vehículo por cada cuatro habitantes. Las calles, hasta de cuatro carriles, son insuficientes. En la hora pico, recorrer dos cuadras puede tardar 20 minutos. Por eso Quimís utiliza el metro, de vagones limpios y 22 estaciones amplias (la línea principal). Pero en las horas de aglomeración, la incidencia de robos sube. “La inseguridad le quita el sueño a Caracas”, dice el emigrante.
La tasa de homicidios en Venezuela es de 48 muertes por cada 100 000 habitantes. En Ecuador, 18 por cada 100 000, según el Centro de Investigaciones para el Desarrollo (Cidac).
Muchas personas evitan salir a las calles por la noche. Se refugian dentro de lujosos centros comerciales donde se ofertan las principales firmas de ropa del mundo como Gucci y Armani. Estos sitios se han adecuado para atender a los visitantes nocturnos. Tienen bares, cafeterías, boliches, hasta la madrugada.
Los Bicentenarios son tiendas de abastos. Los productos de primera necesidad se comercializan con un subsidio del Estado.
Quimís casi no visita los centros comerciales. Asegura que con lo que cuesta un pantalón (500 Bsf), puede hacer las compras de toda la semana. Acude a los supermercados que instaló el Gobierno. Se conocen como Bicentenarios, en referencia a los 200 años de Independencia.
La provisión de alimentos
En los Bicentenarios los productos se venden con un subsidio de entre 50 y 80%. Reina Alira administra el Manuelita Sáenz, en el este de Caracas.
Toma del mostrador una funda de harina de 1kg y la muestra. “Tiene precio socialista”, asegura. “Cuesta 2,72 Bsf cuando en los mercados capitalistas vale 5”. Con la harina se elabora el bocadito tradicional: la arepa, una torta circular y aplanada que se come con queso, carne y fréjol.
La marca más demandada de harina es HarinaPAN, de la empresa Polar, pero escasea. Por eso la venta es regulada por el Gobierno. No se puede comprar más de 2 kilos por persona.
En mayo, el Gobierno se incautó de empresas de alimentos como Frigoríficos Ordaz (Friosa). Se la acusó de vender productos con sobreprecio y de no declarar impuestos. 1 300 toneladas de alimentos, que pertenecían a la firma, fueron repartidos en los Bicentenarios, pese a que las acusaciones hechas por el Régimen todavía se investigan.
Quimís recuerda que cuando los productos llegaron a los Bicentenarios la gente hacía filas. “Abrían a las 08:00, pero la gente iba desde las 07:00. Compraba lo que podía para almacenarlo, pues no se sabía si luego iba haber más escasez”.
Pero las personas que se habían abastecido empezaron a vender productos subsidiados con sobreprecio. La inflación llegó al 26,2%. En medio de esa crisis, un escándalo estalló. En Puerto Cabello, costa central, se hallaron contenedores con alimentos descompuestos. Debían distribuirse en los Bicentenarios, pero por errores burocráticos se pudrieron. Se abrió una indagación y se detuvo a tres autoridades. El caso fue denunciado por la oposición, lo que generó reacciones de los chavistas.
Dos rostros antagónicos
Quimís prefiere no opinar de política, pues las posiciones entre la mayoría de venezolanos -dice- son irreconciliables. “Unos creen que Chávez está acabando con el país y otros que lo está salvando. Una conversación puede terminar en pelea”.
Sandra Guevara, del barrio las Clavellinas (urbano popular), señala con su mano derecha la casa, de cuatro pisos, donde habita. Dice que hace seis meses no había gradas que conectaran al primer piso con el segundo. Tenía que colocar una escalera. En la época de lluvias, el agua incluso se filtraba por el techo. “Pero gracias al dinero del Gobierno pude remodelarla”.
Ella es una de las beneficiarias de la denominada Misión Un Rancho por una Casa, que se basa en la entrega de créditos. “Nos cobran un interés del 6%”.
Mariela Hoyer y Patricia Clarembaux, en su libro ‘Barrio Adentro’, consideran que a través de estos programas el Gobierno ha conservado el apoyo popular.
La primera misión apuntó a la salud y se denominó Barrio Adentro. Desde el 2003 se instalaron consultorios en los sitios alejados. Los centros de salud son atendidos por médicos cubanos. Guevara considera que esos extranjeros son líderes comunitarios que entregan medicina gratuita. En el país hay 8 513 centros médicos y 20 000 cubanos. La misión fue la antesala de otras de educación, medio ambiente, ciencia y tecnología, cultura, entre otras.
El ex canciller de Venezuela, Simón Consalvi, es un severo crítico de este tipo de política asistencialista. “El Presidente se ha acostumbrado a comprar los votos”. Hace poco -agrega- creó 52 bancos comunales y asignó 900 millones de Bsf. “Pero nadie lo audita. La Contraloría, la Fiscalía y la Asamblea son oficialistas”.
El ambiente en este país está caldeado. El 26 de septiembre el Gobierno palpará el resultado de su estrategia, en las elecciones de legisladores. Quimís espera estar en Ecuador para esa fecha.
“En Venezuela las cosas cada vez son más complicadas y además extraño a mis dos hijos”, quienes ya tienen 17 y 18 años.